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Un día feliz

¿Cómo? Kamo. El río Kamo.
Está bien, no me grites. La princesa
por supuesto Imperial. ¿Y el
pescado que nos sirvieron?
¿Intraducible? ¿Habrá un
equivalente? Lo que llaman
lisas. Ah. Shiogama: en el
Ise Monogatari lo encuentras.
Un poblacho. Espadañas,
redes medio deshechas, aperos
de labranza mellados. Las clases
altas practicaban artes marciales,
escribían poemas (5/7/5/7/7): las
clases menesterosas pagaban
impuestos. Un pueblo que come
arroz, mojarras y boniato, no
consigue superar una estatura
media de 5 pies (2 pulgadas).
Pies chuecos. Piernas gambadas.
Las azafatas de la Consorte
Imperial o de la Emperatriz
Viuda, un tirito: potables entre
los doce y los veinte años.
Descartables. Sobraban. Y aquí
me tienes, primero me lavo la
cara con un jabón de tocador
francés que me cuesta un ojo
de la cara, ayudo a poner la
mesa del desayuno, café, dos
tostadas con margarina, un
puñado de vitaminas, una
lenta defecación: nado una
hora, escribo quieras que no
en un cuaderno de tapa roja
(negra) (azul) el día en
principio acabó. Sin transición,
de un tranco, paso a orillas
del río Kamo, a la altura de
Shiogama. Página 120. La
madre: cómprate un traje,
celebra los aniversarios con
los amigos, saca a bailar a
tu mujer. El padre: no leas
tanto. La madre: dinero
dinero y más dinero (mamá,
eso es de Napoleón). El padre:
habla menos y vivirás más.
El padre: no comas con la vista
(variante: no pienses con los ojos).
El padre: no pienses tanto (descansa).
El padre: deja algo en el plato (¿y
por qué no me sirven menos?). Y
cada vez que yo decía pero, el
padre: ni perro ni gato. ¿Dios
existe? Pregunta ociosa. ¿Qué
hace el gobierno con los impuestos
que recauda? Pregunta válida;
resultado ocioso. En presencia
del padre la madre calla; en
presencia de la madre el padre
refunfuña: en ausencia ambos
se dan banquete. Los hijos se
compungen. ¿Día feliz? Llegó
el verano: pantalón corto de
gabardina, camiseta carmelita
desteñida, y la criada en refajo
planchando le veo al trasluz la
carne morada recubierta de
negrura (el vedijón): hiel la
madre si me coge mirándola.
Miro y miro el río Kamo,
Shiogama, llevo un siglo
varado en página 120. La
azafata imperial se descompuso,
de la Emperatriz ni cisco, y de
la hegemonía Fujiwara ni el
polvo de los caminos. Un día
sin duda feliz en la feliz historia
(adyacente) de la Humanidad.
Estoy, de males, curado. Lo que
tiene la edad cuando se tienen
al menos dos dedos de frente,
es que nada ya nos sorprende.
Nada nos trastabilla. Nos coge
de atrás p’alante. Sabemos de
antemano que todo, en fin, se
ve que del desayuno dejé medio
huevo en el plato (el otro medio
lo dejo en herencia a mis hijas):
mi gazuza la sacio con lo justo.
Pensar, lo que es pensar, diez
minutos al día, tres veces por
semana (antes de conciliar el
sueño) (o más bien el insomnio).
Y cuando se cierne de hierro el
brazo del padre sobre la fontanela
o el calostro espeso de la madre
ante el buche, contraataco gramatical.
Preferido o celebrado por...
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