En el ángulo amarillento interno de mis ojos,
cruenta tinta redactando la historia de mi vida.
Escribiendo, con agujas, un relieve
escarificado de venas carmesinas.
Una muda caligrafía de dolor y caractéres;
una oda de silencios, de vergüenzas, e ignominia.
Un epígrafe dedicado al estado de demencia.
Ingrávido y hastiado por el hedor a mierda,
y una sonata diptera... que interpreta,
tan inmunda, la orquesta dirigida
por espantosas moscas muertas.
El aire no es más que el éter
donde convergen todos mis vicios;
con la abstinencia, la bajeza,
y el sofocante rito del autoexilio.
A mi muerte, por consiguiente,
dedico mi último optimismo:
adicto, anhedónico, distímico;
ingrávido vértigo estadio ansiolítico.