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Meditación de Ada Kaleh

Vana interrogación la del que llega
al Danubio a deshora y busca
la memorable isla donde
otro exilio más cruel que el del oprobio
purgara Garcilaso.
           Allí las aguas
con un manso ruido, en derredor
ni sola una pisada, fingen
aceros entre sordas
escaramuzas de la nieve y una rama
de marchito laurel navega
inconmovible hacia ningún destino,
mientras la noche es cárcel
y duro campo de batalla el lecho.
 
La seducción que la memoria adeuda
a una lectura justa
en tiempos de desorden, torna
a recobrar su apego
frente a esta orilla de arrasadas
églogas donde,
preso y forzado y solo,
el poeta a la vida imputara
la recompensa hostil de su heroísmo.
 
Mas la isla no es ya
sino un rastro ilusorio en medio
del furtivo Danubio. Cómplice
de sí misma y antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte,
sólo el agua discurre
diversa entre contrarios y atestigua
que otro nuevo destierro reservó
la erosión de la historia
al refugio infeliz del desterrado.
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