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Peregrino y residente.

«Mientras viva podrán negarme esta tierra,
pero no evitarán que me funda en ella cuando muera».
Lechowski.

Germiné allá donde empieza la patria,
en aquella región contigua al mar,
donde el tiempo se pierde en la espiral del cimarrón,
y hay sueños deambulando hasta matar.
En sus suburbios se postra la aniquilación,
y hay más sangre en sus tierras, que en el colorado,
más como peregrino, la llevo en el corazón.
 
He divagado por las tierras costeras,
donde el pantano se entrevera con la selva,
con sus manglares y marismas austeras,
que me legó la nostalgia por el mar.
Palapas, laberintos y celdas
infinitésimas. Magia de tiempos remotos,
costumbres brotando como cepas.
 
Ahora en el instante, me recubro en el oro
secular de calles, vueltas y revueltas,
de tiempo raudo, de miradas de boro.
Con el mar, nostalgia mía, en el cielo.
Con sus farolas, de soles repletas,
con la plata en la sangre, iglesias paralelas,
esencias coloniales y sus almas disueltas.
 
Ya por un instante, pertenezco a la suma
de mis sangres, deambulando por el mundo
que me cierne, aguardando a que me consuma
el tiempo efímero, cual triste trotamundos.

La nación no es nación, para el que divaga por el mundo, y la lleva en el corazón.

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