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Lucas

A Lucas le gusta que le acaricie el lomo
antes de echarse la siesta a mi lado.
Apoya sus patas
           en el brazo que tengo estirado
y me mira con la mansa ternura
de quien acuna por primera vez
a un recién nacido.
En este silencio cómplice, casi sagrado,
yo le observo también;
va cerrando los ojos poco a poco
hasta que el sueño me vence.
La idea platónica de refugio
debe de ser esto:
una trufa de hollín húmedo
sobre un brazo adormecido.
Preferido o celebrado por...
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