Tu arquetipo
Me encanta llegar hasta el lóbulo
de tu oreja y susurrar mi canto erótico
con lamidos de gato que exorcizan
los miedos lúdicos de la no existencia.
Eres mi manjar de sobremesa,
tienes el dulce del higo en tus pezones.
En las aureolas de tus encumbrados senos
la miel del panal celestial deleito.
Tus caderas cimbran al ritmo
de las marimbas de mis dedos
que tocan la melodía diluviana
de la lluvia sonora que resuena lejana.
Acaricio tus sienes
como el agua a la medusa.
Casi no toco tus hebras,
sorteo la aureola de tu cabellera.
Me encanta llegar hasta el lóbulo
de tu oreja y susurrar mi canto erótico
con lamidos de gato que exorcizan
los miedos lúdicos de la no existencia.
Quisiera extender los amaneceres
en esa montaña inexpugnable
de los laberintos sensoriales
de tus virginales y cadenciosos labios.
Allí habita la copula de la flor
el presbítero de tu iglesia
que agita banderas rojas
para sumirme en la encarnación.
Soy la hoja que el viento lleva
raudo y deja en la alcantarilla de la ciudad.
Mis cien pies se agitan por el entramado
de tus ojos negros de litio que sortean el llanto.
Extraño tus embelesos
son el agave de mi elixir.
Mis palabras se enmascaran extrañamente
y se vuelven saetas para herir tu corazón.
Temo que seré engullido por el torbellino
de los almizcles de tus feromonas.
Es como vivir aprisionado a los músculos
de tus entrepiernas y soltarme para navegar.
Es extraño sentirme así aun cuando
todo el acto parece haber terminado
y estas cerrando el telón de fondo
nuestra actuación queda para la próxima función.
Te escurres sigilosa en medio
del gris de la sabana buscando las pantuflas.
Has abierto en medio del arcoíris
un tercer ojo que vislumbra los colores de la noche.
Yo seré el arquetipo de tu negación.
Tu sonrisa se confunde con mi risa
que como diáspora llena de ecos
cada espacio de nuestros vacíos.
