Hace ya tiempo que no sentía esta presión en el pecho incitandome a recuperar tu recuerdo destrozado bajo mi almohada.

He tenido la repentina necesidad de saber de ti, si las cosas han marchado bien o si has encontrado lo que querías lejos de mí.

Ayer recorrí los asfaltos en busca de tu mirada, he dejado huellas en el camino intentando traerte de regreso, pero nada parece funcionar.

Créeme cuando te digo que me he inclinado sobre las personas esperando encontrarte en aquella esquina, con los brazos cruzados y tu mochila sobre los hombros, mirándome intensamente, como se que nadie nunca lo hará, con el miedo recorriendo mis venas y la emoción saltando sobre mi pecho, ilusionada de volver a verte de nuevo.

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te busqué entre las calles—aquellas que no significaban nada antes de ti—, esperando toparme con tu mirada desde el otro lado de la avenida, incluso he pasado por los lugares que más solía recurrir con la nostalgia pisándome los talones, susurrando tu nombre entre recuerdos que parecen no querer desvanecerse sin importar el tiempo.

Puedo sentir volver el tiempo, con mi mochila entre las manos y las lágrimas corriendo, canturreando tu nombre en un suave murmuro, tropezando en cada esquina, observando a mi alrededor, simplemente esperando toparme contigo.

¿Crees que esté loca si te digo que aún te sueño? ¿Qué aún anhelo tu regreso?

Te busco en cada rincón dónde sé que nunca estarás, y no puedo reprimir la necesidad de pedirte que vengas, aunque sea por un instante, aunque sea por la eternidad.