Para una estatua de la Farmacia
Vicios corrige la vivaz Talía, con risa y canto y máscara engaños… y el nacional adorno que se viste. Melpómene, la faz majestüosa bañada en lloro, al corazón envía
A vos el apuesto complido garzón asmándovos grato la péñola mía, vos faz omildosa la su cortesía con metros polidos vulgares en son… ca non era suyo latino sermón
Ese que yace en la sangrienta aren… espantoso cadáver destrozado fue siervo obscuro intrépido sold[… caudillo de las águilas del Sena. Por él la gran Madrid de horrores…
Cupido no permite que mi canto celebre los héroes que la fama coronó de laureles. Él me inspira dulzuras
¿Qué acecho de dolor el alma vino a herir? ¿Qué funeral adorno es és… ¿Qué hay en el orbe que a tus luce… el llanto que las turba cristalino… ¿Pudo esfuerzo mortal, pudo el des…
Tu crítica majadera de los dramas que escribí, Pedancio, poco me altera; mas pesadumbre tuviera si te gustaran a ti.
Ayer Don Ermeguncio, aquel pedant… locuaz, declamador, a verme vino en punto de las diez. Si de él te… sabrás que no tan solo es importun… presumido, embrollón, sino que a t…
El texto en amarillo se omite en el manuscrito, aunque aparece en la ediciones impresas. Las palabras en azul son las divergencias entre el manuscrito y las versiones impresas. Como mod...
Basta, Cupido ya, que a la divina ninfa del Turia reverente adoro; ni espero libertad, ni alivio impl… y cedo alegre al astro que me incl… ¿Qué nuevas armas tu rigor destina
Flumisbo, el celebrado cantor de Termodonte, por quien grato a las musas fue de Dorisa el nombre, ya las sombras habita
Sí, la pura amistad, que en dulce… nuestras almas unió, durable exist… Jovino ilustre; y ni la ausencia l… ni la distancia, ni interpuestos m… y proceloso mar que suena ronco,
En esta venerada tumba, humilde, yace Salicio: el ánimo celeste, roto el nudo mortal, descansa y go… eterno galardón. Vivió en la tierr… pastor sencillo, de ambición remot…
Rumbo mejor, Licino, seguirás no engolfándote en la alt… ni aproximando el pino a playa mal segura, por evitar la tempestad oscura.
Febo desde la tierna infancia mía quiso que el plectro de marfil pul… y en las alturas de Helicón gozara sus verdes bosques y su fuente frí… Mas dudosa la mente desconfía,
Aqui yace mi mujer ¡qué dicha para los dos! ella se fue a ver a Dios, y Dios me ha venido a ver