Cargando...

Ella y él

Jamás pensé estar casado con ella, verme en estas cuatro paredes, viviendo en esta ciudad a la que nunca imaginé venir, viviendo con estos 4 niños que corren por toda la casa, estás plantas afuera que interrumpen el paso, estás ventanas con esa luz fastidiosa.

A ti, a mi, el loro, viviendo junto la vida que tú escogiste para todos:

–Martha, ¿me has obligado a estar toda tu vida junto a ti solo porque estás enferma?– le pregunto como si de verdad esperara una respuesta, como si me importara un poco lo que dijese, para que note que si la quiero y la necesito.

—¿pero que estás diciendo, vagabundo?

me dice la muy descarada, y marchandose como siempre y dejándome con la palabra en la boca, la misma que acababa de besar hace 5 minutos.

Martha cree que la amo cuando le llevo su café a la cama, cuando la despierto con un beso de buenos días, cuando le hato los zapatos, cuando peino su cabello, cuando le preparo sus sopas cuando se enferma, cuando no paro de serle adulador.
Piensa que la necesito cuando le digo que lea lo que acabo de escribir porque según ella necesito su aprobación y su corrección, como si me importara qué bien o mal quedan estás letras después de 50 años haciéndolo igual, ella piensa que la necesito cuando la busco en cuanto siento un pequeño fastidio en la garganta y me da una pastilla, Ella piensa que la necesito porque corro a sus brazos en busca de un abrazo cuando me persigue la nostalgia y estos monstruos que cesan en mi cabeza.

Pobre ilusa que es mi Martha, pero, qué sabrá ella de un Loro como yo que repite constantemente lo que dice y la escucha todo el tiempo quejarse y balbucear entre dientes, ya la conozco con solo saber decir: Vagabundo, ¿que cosas dices?, Para de pensar...

Otras obras de Leonela...



Top