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el conversador Michael

—Charlatán, CHARLATAN, JAJAJA POBRE CHARLATAN –
Balbucea la gente allí, me dicen –anciano ridículo– estoy loco dicen cuando les digo que estoy casado con un cadáver, que por la noche al dormir abrazo un cuerpo helado que huye al amanecer.
Por el día es el sol que me ilumina, es la vitamina que alimenta mi ser con su presencia dichosa de la atención de mi Martha, es tentadora, una gata vanidosa, camina por el mundo como una pequeña nena que acaba de salir de un cuento de hadas, como si pretendiera hallar un lugar hermoso y en busca de sus fantasías, fastidiosos amores a veces estorban en su parpadear como moscas en un plato de restaurante, la frustran y mi pequeña llora, el punto débil de esta criatura un tanto extraña es ser HUMANA.
Mi nombre es Michael y yo quiero ser un simple niño despreocupado, callejerro y currioso. Pero mi madre insiste en que tengo que salir a buscar trabajo, que el pan no es imaginario como según ella, yo lo veo todo, dice que veo un paraíso donde no lo hay, que las plantas no me escuchan y que pierdo mi tiempo si quiero leer alguna historieta. Mi papá me dijo que los 11 eran difíciles.
Me pregunto si alguna vez este sentimiento cesara, me pregunto si ella vendrá hoy, o si vendrá algún día, me pregunto si podrá darme su abrazo para calmar mi dolor en la causa, me siento tan incapaz de amar, me siento dañado, perdido, no tengo idea de lo que estoy haciendo aquí y porqué digo tantas cosas en una sola cosa, como si alguien entendiera estas letras, como si alguien observara un vagabundo, no espero su pesar, señora, espero su empatía y sinceridad consigo misma, es todo.
Escribir me trae paz, es el único lugar que me permite organizar mis ideas, escucharlas una por una, todas llegan a una misma conclusión, la conciencia nos persigue.
Mi nombre es Michael de 11 años.

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