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PARÁBOLA DEL PERRO Y EL HURÓN

Cuando nos fuimos a vivir al campo, nuestro padre nos habló de los hurones.

—Son animales huraños... ¡ah!, y muy feroces, que destruyen la crianza de gallinas. Devoran huevos y polluelos...

Cuando quisimos iniciar la crianza, ¡claro!, no de hurones sino de gallinas, conocimos al hurón en carne y hueso. Era ese bólido amarillo grisáceo que daba tumbos de un matorral a otro.

«Debemos atraparlo», dijo el padre, y colocó cerca de los nidos a Tronchet, el perro enorme del abuelo Emilio que tenía fama de experto en la caza de ladrones.

Empero, pasaron semanas sin que Tronchet atrapara nada... ¿Qué había sucedido?

El hurón resultó más astuto que el perro. Se miraron. Hablaron. Negociaron. El  hurón empleó a Tronchet y le dio el título de «jefe de gallinero» . Lo dejó contento con su empleo, y los rarísimos momentos en que no se comía los huevos... los pasaba alabando la fidelidad y la alta capacidad de su subalterno...

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