Los emigrantes despiertan con el alba y se marchan.
El sol los va guiando como una estrella última.
Cada quien lleva al cinto sus útiles,
sus azadas,
mas el poeta no puede llevar su pluma en mano.
Los emigrantes despiertan y esperan instrucciones.
Los llaman, los envían, les tienden emboscadas,
no dejan que respiren, ni sientan, ni recuerden
la novia que dejaron o el paterno abrazo.
Así van los emigrantes olientes a ropa sucia,
con esperanzas de tiempo y en agonías de espacio.
[Una voz:]
Emigrantes, soltasteis el polvo por el sueño
y apurasteis el cáliz de la separación...
Volved, volved a vuestras tierras,
volved... ¿o no sois dueños
reales de la nada si cesa la Canción?
Verdad de polvo y musgo (por dulce, tan amarga)
que cantan la cigarra, el bardo, el ruiseñor...