Alguien
nos toca el sexo
(la voluntad más fuerte);
alguien
nos toca el hombro
(la redondez más burda);
alguien
(no sé su nombre, no sé su quién)
nos espera
agazapado en la tierna
solemnidad de la arruga...
Alguien que gesticula
con propiedad,
cuyas manos
se ven
como quien empuja
camellos amaestrados
por el revés de una aguja.