Me has robado los ojos, pero ese no es un crimen de verdad,  me has robado los labios, pero eso no tiene nada de especial, me has atado las manos a tu frío pecho de cristal, pidiéndome calor en esta solitaria noche marginal.
Me has robado mi pelo, te recuerda a la noche más oscura, me has robado mi (torcida) sonrisa, mis dientes son tus estrellas, me has robado el corazón pero no encuentras la llave para abrirlo, tendrás que intentarlo más fuerte, eso nunca te ha fallado.
Me has robado el cariño, mi confianza y mi desdicha, mi corazoncito está exprimido, cansado, dolido, me pregunto porque no habrás podido abrirlo, te acercas suavemente a mis piernas, con intención de arrebatármelas también, pero ese no es el camino para que mi llave te pueda ceder.
Después de muchos intentos, decides abrirte tu propia senda, a base de silencios afilados y lazos hechos con clavos con los que me atas al colchón, me clavas un cuchillo en el pecho, hace mucha calor, empiezo a pensar si alguna vez te di cualquier razón para pensar que si me abrías en canal podrías tener lo que piensas que hay en mi interior, cuando dentro solo hay restos de lo que alguna vez fue amor, amor que me robaste sin necesidad de arrancarme el corazón.
Quizás podría atacar al sol, privar de él al universo, o usarlo para abrasar al mundo, eso sería un crimen de verdad, o tal vez ni siquiera eso.