Luis Barreda Morán

El Vuelo del Encanto

El Vuelo del Encanto
 
Eres luz de luna plateada,
polvo de estrellas iluminadas,
fuego de cometas fugaces,
y sueños que nunca se borran.
 
Tienes la fuerza del mar bravío,
la magia de un cielo estival,
piel de leyenda y misterio antiguo,
como un dragón al despertar.
 
Tu voz es tormenta y salobre,
quema, transforma y hace arder;
eres el quetzal que en su vuelo
nadie podrá retener.
 
Plumas verdes, rojo en el pecho,
como un arcoíris en la altura,
emblema de tierra y libertad,
orgullo de nuestra natura.
 
Vives en bosques de neblina,
entre montañas y verdor,
libre, altivo, sin cadenas,
símbolo de paz y valor.
 
Si te encierran, mueres de pena,
pues tu alma es aire y raíz;
prefieres el fin en la selva
que vivir sin tu altivez.
 
Eres tiempo que nunca se apaga,
primavera que siempre vendrá,
dibujando con tus alas
la historia que cantará.
 
En mi sueño, tú me acompañas,
eres fuego, savia y flor;
te amo sin tocar tu vuelo,
te admiro con puro amor.
 
Nadie tiene tu mirada,
ni tu plumaje sin igual,
eres único en el mundo,
milagro celestial.
 
Aunque el tiempo pase lento
y mi cabello vuelva gris,
tú, quetzal, serás eterno
en lo que enseñaste así:
Que la vida es un suspiro,
un instante fugaz y bello,
y que vivir con libertad
es lo más grande bajo el cielo.
 
Eres el ave que anhelaba
un guerrero de corazón;
prometiste en su leyenda
morir por su pasión.
Pero hoy solo queda el eco
de un canto que se apagó,
y el recuerdo de tu vuelo
que en mi alma floreció.
 
No eres joya ni metal,
eres más: eres verdad,
el espíritu que vuela
sobre nuestra humanidad.
Guardas secretos de la tierra,
del maíz y su raíz,
y en tu silencio se encierra
toda una raíz feliz.
 
Por eso, quetzal amado,
en este verso te celebro:
vuela libre por los montes,
sé eterno, sé leyenda, sé ejemplo.
Que tu belleza incomprendida
nos recuerde al respirar
que lo más bello de la vida
es poderlo contemplar.
 
Y aunque nunca te alcance,
aunque solo pueda amar
tu esplendor desde la distancia,
bendigo tu libertad.
Pues eres el ave sagrada
que en su vuelo sin final
nos enseña que lo amado
perdura más allá...
más allá del tiempo, más allá del suelo,
¡más allá de todo, bello quetzal vuela!
 
—Luis Barreda/LAB

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