La Lección del Camino
He sembrado lágrimas en tierra baldía,
donde el cariño apenas germinó.
Reí con ecos de falsa alegría,
y en labios tramposos mi confianza halló.
Tropiezo tras tropiezo, la piedra antigua,
creí superada, otra vez en mi andar.
Un empujón cruel, nueva cicatriz,
me hizo en la tercera vez sangrar.
Perdoné sin medida, sin ver el abuso,
tomaron mi bondad por débil razón.
Guardé “Te quiero” bajo un miedo confuso,
y dije otros por fría obligación.
Desperté con la aurora, gigante y segura,
dispuesta a morder la vida con pasión.
Mas otros días, sombra dura y oscura,
sentí que el mundo me robaba el corazón.
Grité con fuerza desde el alma herida,
mas mi voz callada no logró cruzar.
Oculté verdades para evitar herida,
y cargué con pesos que debí soltar.
Salí sin ganas, con los pies cansados,
volví con tacones rotos de bailar.
En sueños buscaba tus amados rasgos,
en noches largas, sin poder pegar ojo,
pensando en el mañana, en tus abrazos.
Fui chica impetuosa, sin rumbo ni tino,
la vida me dio golpes sin piedad.
Crecí con cicatrices, un nuevo destino
forjado a base de realidad.
Creí en milagros, en metas altivas,
hasta que el viento sus cimientos quebró.
Abracé a quien juró ser compasiva,
y hallé veneno donde amor sembró.
Besos hubo tiernos, de miel derramada,
besos de fuego que el alma encendió.
Días que me vi radiante, enamorada,
otros que el espejo ni siquiera miró.
Aprendí a gozar lo simple, lo pequeño,
la luz de un instante, un gesto de bondad.
Así, paso a paso, bajo el sol o el ceño,
la vida me enseñó su verdad.
El secreto no es no errar el sendero,
ni evitar el barro o la tempestad.
Es vivir sin miedo, con el pecho entero,
y sonreírle a la adversidad.
El secreto está en el pulso del viaje,
en sentir el viento, la lluvia, el calor.
Vivir cada instante, romper el corsaje,
y escribir tu historia con tinta y valor.
—Luis Barreda/LAB