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Tu Pupila Dorada

Es cuando ríes, que tu pupila se volvía dorada,
como los campos de cebada, en plena luz del día,
que se movían agitadas por un recuerdo en el viento,
un viejo amor, de una niñez que poco a poco se moría.
 
¿Y si tu pupila se dilata cuando piensas en el pasado?,
sería una señal humana, de que recuerdas cada momento,
de que vivías al pendiente, de las letras, de aquel niño,
que corría cerca de ti, y que te veía con mucho cariño.
 
Hoy tu pupila es dorada, como lo fue en aquellos tiempos,
más hoy el tiempo ha cambiado a aquel niño inocente,
pero que te recuerda, como aquella lagrima de llanto,
que se brotó de las ramas del árbol junto al desencanto.
 
Tu pupila brilla, aunque no me puedas ver con ella,
aunque intentes ser el sol de un noche blanca,
no puedes piratear al mar,  cuando escribes en su morada,
no puedes ser lobo y a la vez caperuza asustada.
 
Por un instante quisiera quemar el aire y enmudecer,
y hacer una oda al grito silencioso de un trovador
y volver en el tiempo, y ver tu pupila dorada,
una vez más, sin dejarla  alejarse desolada.
 
 
Tu pupila derritió todo un cielo de emociones,
que florecieron al ritmo de un verano ochentero,
pelo largo al estilo de un famoso rocanrolero,
y tu pañuelo enriquecido con aroma mañanero.
 
Tu perspicacia dio un recuerdo permanente
a un pequeño travieso, que jugaba a observarte,
al menos en la memoria no se borra la pupila,
de una niña que le encantaba el purpura de lila.
 
Morirá un día soleado, y nacerá una noche fría,
y en ese mismo momento, las canas serán las experiencias
con la que termina una rima, una estrofa más en el camino,
y tu pupila recogerá una lágrima tuya, y mil mías…

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