Dicen que el que se enamora pierde,
y con ello, yo me digo:
¿Será que el amar implica perder,
será todo esto nada y desvarío?
¡Me revelo ante ello, no me parece!
Cómo es «perder» algo tan grande,
que a mí viene y me transforma,
y me da energía vivificante.
¡No! El que se enamora no pierde,
aunque no sé bien si gana;
pues, el objeto del amor no aguarda,
a veces a quien se quiere no se abraza.
Pero, así sea lejos o sin su posesión
lo que pueda amar lo quiero,
aunque ello implique limitación,
aunque sin ello tal vez me muero.
Y es que el amor surgido
vale mucho así sea perdido,
vale mucho así sea ignorado;
y, aunque quiero con ello que me quieran
y así no se logre,
mi querer no queda pobre;
mi querer no ha sido mal gastado.
Por eso, aún con todo enamorado;
prefiero todas estas sensaciones.
Y si bien todo por dentro da vueltas,
me quedo a gusto en estas perdiciones.
Porque advierto que perder lo amado
no es como tal un desamor;
de que, aunque te quiero y no te tenga,
en mí permaneces en unión.
Realidad compleja que no sigue
leyes, órdenes o si quiera un patrón.
Es presencia de lo amado,
Capaz de ir contigo a todos lados.