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Confesiones en braille.

Desde que te conozco, vida mía, las palabras se me hacen mas cortas.
Degusto incontables comidas, veo atardeceres, escucho canciones y ninguna cosa creada alcanza el grado de dicha que en ti habita, nada tiene el inigualable sabor de tus besos, incluso el sol sobre esta ciudad parece triste si no ilumina la cascada que brota de tu cabellera.
No hay melodía que se pueda comparar al sonido amarillo de tu risa.
El planeta entero se me hace pequeño si no tengo tu mirada a mi lado.
Amo el hermoso mundo de profundidades oceánicas que se acomoda en tus pupilas, ese abismo de peces navegantes que me invita a nadar en tus caderas, tu mirada hace que existan desiertos de hielo y las mariposas se enamoren de las arañas.
Tu boca sagrada en la espera de un secreto, perpetua y silenciosa, surge para que mi corazón se desbloqueé en la contemplación de tu alma, de todo tu cuerpo.
Lenguaje de braille de la desesperación.
Y el frenesí de mis palmas a la orilla de tu vida, no es mas que la colisión de mis átomos en este pecho marchito. Vida mía, el todo debería llamarse horizonte, así nuestras voces serían constelaciones.
Yo nunca había creído en la suerte ni en el destino, pero no hay otra explicación para la casualidad imposible de habernos encontrado en esta vida: ¿de que otra forma podríamos explicar el hecho de que no tengo que buscar mas piezas?
Cuando estoy contigo, estoy completo.
Al escucharte hablar desde el otro lado de la linea imagino un mundo distinto, mi corazón desnudo brinca sobre la cama y la conciencia se me escurre.
La belleza de tus palabras descansa sobre tus hombros, vibro de emoción: se me disuelven las oraciones y no hay nuevos nombres que describan los planetas explotando dentro de mis venas.
En mi bomba cardíaca habitas tu, juegas con la sangre expulsada por mi pecho, navegas sobre el oxígeno que galopa mis pulmones.
Cuando tomo tus manos entre las mías todas las respuestas se revelan ante mis ojos, el universo ha logrado encerrar galaxias entre tus lunares, hay meteoritos orbitando tu piel cristalina, pequeñas estrellas que apartan la oscuridad de siglos que había en las calles vacías.
Puedo sentir en tu sonrisa una ráfaga de luz que destruye toda niebla, eres mi cielo favorito: las nubes de tus pechos divinos tienen el sabor exquisito de algodón de azúcar. Contigo todo es agradable y te dejo llover sobre el jardín galáctico que haz comenzado a crear en mi.
Eres la mas preciosa llama que resplandece bajo la lluvia.
Al carajo con las metáforas cursis: en tu abdomen está mi ruta favorita al orgasmo.
Envueltos en misterio se esconden los suspiros que dejas fluir debajo de las sabanas, en tu paladar se haya el néctar divino por el que este pobre náufrago se muere de sed.

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