Rompecabezas de las cosas que me encantan de ti.
Encontré tu nariz, así de chueca, y que a mí me fascinaba.
Encontré los hoyuelos marcados en tus mejillas, esos que sólo aparecían cuando algo te hacía feliz.
También la sonrisa que mostraba tu encía, reía a carcajadas, como cuando jugueteabas con todas tus muecas.
Rondaron frente a mí aquel par de piernas astutas y fuertes, siempre escurridizas.
Sentí sobre mi los brazos que millones de veces me rodeaban con calor infinito.
Di al fin con tu cabello rebelde volando al viento, cómo aves al cielo intentando alcanzar el sol.
Encontré tus cejas pobladas y enmarañadas, marcando tu ceño fruncido, exigiendo atención.
Mire incrédulo los dedos de tus pies, parte por parte y en cada lugar, te reconstruí en mi mente con piezas de otra gente, o eso intenté.
Y lo hubiese logrado sin importar que mutilar sea delito. Soñé tanto con hacerlo, que debía pasar.
Casi completa te tuve, de no ser por la maldita excepción; tus benditos ojos, irrepetibles, destellos de impermanencia o
felicidad fugaz.
¡Al diablo tus ojos! Era tu expresión, la esencia de un alma liviana, brillando en tu andar.
Es irrepetible...
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