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Relatos de un complice

Tomo la flor en sus manos
y la quebró.
La luz se apaga, la luz se enciende.
Pero ya no se ve la flor, sino el cuerpo de una mujer desarreglada, maltratada.
En un abrir y cerrar de ojos, la luz nuevamente ya no nos acompaña y cuando se enciende, el hombre y la flor en sus manos se elevan.
La luz se apaga, la luz vuelve,
una mujer como un trapo en el aire, mientras las manos del hombre la subian más y más arriba, tomando impulso se escucha un grito.
La luz que se apaga, la luz que se enciende más fuerte que nunca, resplandeciente, encandilando nuestros ojos y en el borde del escenario se proyecta una flor, sin petalos, sin tallo, una flor desnuda...una mujer muerta.

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