«La Edad de Oro» (1889)
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Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡oh, cuánto áureo...
Solo, estoy solo: viene el verso a… Como el esposo diligente acude De la erizada tórtola al reclamo. Cual de los altos montes en deshie… Por breñas y por valles en copioso…
El rayo surca, sangriento, El lóbrego nubarrón: Echa el barco, ciento a ciento, Los negros por el portón. El viento, fiero, quebraba
Yo tengo un paje muy fiel Que me cuida y que me gruñe, Y al salir, me limpia y bruñe Mi corona de laurel. Yo tengo un paje ejemplar
La obra-delante, y el amor-adentro… Y el amor, remolino avaricioso, El alma entera arrastra al hondo c… La obra perece-y el amor celoso, Luego que por su culpa el hombre y…
Era sol: caballero en un potro, Con la rienda tendida al acaso, Fui testigo de un drama de amores:… ¡Qué volar! ¡Qué caer! ¡Qué dolor… Aprieto el paso...
El extraño puede escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso: el buen cubano, no. De Céspedes el ímpetu, y de Agramonte la virtud. El uno es como el volcán, que vie...
Yo sueño con los ojos abiertos, y de día y noche siempre sueño. Y sobre las espumas del ancho mar revuelto,
Es rubia: el cabello suelto Da más luz al ojo moro: Voy, desde entonces, envuelto En un torbellino de oro. La abeja estival que zumba
¿Que como crin hirsuta de espantad… Caballo que en los troncos secos m… Garras y dientes de tremendo lobo, Mi destrozado verso se levanta?... Sí, pero ¡se levanta! A la manera…
Sueño con claustros de mármol Donde en silencio divino Los héroes, de pie, reposan: ¡De noche, a la luz del alma, Hablo con ellos: de noche!
¡Tú flotas sobre todo, Hijo del alma! De la revuelta noche Las oleadas, En mi seno desnudo
Hay una raza vil de hombres tenace… De sí propios inflados, y hechos t… Todos del pelo al pie, de garra y… Y hay otros, como flor, que al vie… En el amor del hombre su perfume.
Yo puedo hacer, puedo hacer De esta desdicha una joya; ¡Pero me la habrán de ver!— No, vive Dios: ¡paso atrás! Mi pena es mi hija: ¡mi hija
Dígame mi labriego Cómo es que ha andado En esta noche lóbrega Este hondo campo? Dígame de qué flores