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Inmigrantes

Una tierra con cedros, con olivos,
una dulce región de frescas viñas,
dejaron junto al mar, abandonaron
por el fuego de América.
 
Traían en los labios
el sabor de la almáciga,
y el humo perfumado del narguileh
en los ojos,
en tanto que la nave se perdía en las ondas
dejando atrás las piedras de Beritos,
el valle deleitoso al pie de los alcores,
los convites del vino en torno de la mesa
tendida en el estío
bajo el cielo alhajado.
 
El mar cambió de nombre
una vez, y otra, y otra
hasta llegar por fin a la candente orilla,
donde veloces ráfagas
de pájaros teñían
de colores y música repentina
                                  el instante,
y el fragor de los ríos remedaba el rugido
del jaguar y del puma
ocultos en la selva.
 
En riberas y montes levantaron la casa
como antes la tienda en los verdes oasis
el abuelo remoto, y las viejas palabras
fueron trocando entonces
por las palabras nuevas
                      para llamar las cosas,
y el corazón supieron compartir con largueza
tal el odre del agua en la sed del desierto.
 
A veces cuando suena el laúd memorioso
y la primera estrella
brilla sobre la tarde,
rememoran el día
en el “bled”* fue borrándose
detrás del horizonte.
 
* En árabe, “la patria”, “el país”, “la tierra natal”.

#EscritoresColombianos (1995) Laúd memorioso

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