Miguel Peñafiel

“DE ACERO Y LLAMA: CANTO A LOS TEMPLARIOS”

Poesía

 
Y arrastró el caballero el viento y la agonía,
la arena del desierto y la nevada fría,
jurando bajo estrellas el voto de su fe,
sin más corona que la cruz sobre su sien.
 
Marchó donde el pecado tiñó el cielo de rojo,
donde el clamor del justo se tornaba despojo.
Y allí, en el fragor de la impía tormenta,
alzose firme, como torre que no se revienta.
 
¡Oh noble templario, hijo de la espada!
Tu andar no lo guía ambición desmedida,
mas la Luz del Maestro, la santa llamada
que te unge en la noche y te da nueva vida.
 
¿Acaso teme el alma que arde en lo eterno
al fuego, al hierro, al juicio del infierno?
No, pues el que ama con pecho templado,
desprecia la muerte y entra coronado.
 
¡Dulce y gloriosa es la senda del que cae
por el prójimo, por la fe que no flaquea!
Y más vil es la vida que, por cobardía,
se arrastra sin causa, sin luz, sin poesía.
 
A ti, que aún luchas cuando todo parece perderse,
a ti, que en el secreto tus lágrimas ofreces,
no olvides que el Cielo escribe con fuego
los nombres de quienes araron su ego.
 
Santo es tu paso, templario de esta era,
no por los años, ni por la estirpe primera,
sino porque aún sangras por lo justo y lo bello,
y portas el Reino sellado en tu sello.

Reserva derechos de autor.

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