#Españoles #Generación98 (1934) Poemas sueltos
Leer, leer, leer, vivir la vida que otros soñaron. Leer, leer, leer, el alma olvida las cosas que pasaron. Se quedan las que quedan, las ficc…
Las dos conchas de nácar que bebía… para, ti mis palabras, la luz del sol trasparentaban dulc… una luz escarlata. Y tú oías al sol mientras me oías;
«En el verano, sí, me iré a la sie… para dorarme al sol de las alturas… tú sabes bien que don José no yerr… que le llaman el mago de las curas… Volveré toda fresca, hecha un pimp…
Si tú y yo, Teresa mía, niíMa nos hubiéramos visto: nos hubiéramos muerto sin saberlo; no habríamos vivido. Tú sabes qué moriste, vida mía,
Pasé junto a la reja de tu prima que estaba con el novio, y ni pasar me vieron. Me dio grima y luego el triste agobio de nuestra soledad. El que la cosa
Oye mi ruego Tú, Dios que no exis… y en tu nada recoge estas mis quej… Tú que a los pobres hombres nunca… sin consuelo de engaño. No resiste… a nuestro ruego y nuestro anhelo v…
Amor, amor, amor, amor, Teresa, luz de mi vida, nace el afea en tu tierra de la hu… cuna perdida. Es un alba sin sol, eterna aurora
La vida se me gasta hebra tras heb… sin que te acabe de cantar, mi vid… y es de tan corta vida triste quie… el que así se me quiebre la partid… la fuerza del vivir.
La historia universal de una mañan… de nuestra villa querríamos saber, desde la hora en que suena la camp… de la capilla
Al cautivarnos el Amor ¿sabía la suerte de su empresa? ¿O fué la Muerte la que unió prim… con sus manos las nuestras? Al vernos por primera v e z ...—¿n…
Desde mi cielo a despedirme llegas fino orvallo que lentamente bañas los robledos que visten las montañ… de mi tierra, y los maíces de sus… Compadeciendo mi secura, riegas
Tú sí que me conocías tal como nací a ser, cuando «¡niño!» me decías me sentía yo nacer. Ni mi madre . me miraba
Bajo tu blanca mano fría, el negro… tibio, curvo y sedoso, lento ronro… lucientes de húmedo brillo d morro… y los verdes ojos en que el crista… Dormitaba por fuera, dentro recoji…
En el silencio estrellado la Luna daba a la rosa y el aroma de la noche le henchía —sedienta boca— el paladar del espíritu,
¡Ay, aquel beso, aquel beso, semilla de mi pasión! De él quedé por siempre preso, siento su gigante peso encima del corazón.