Ai soñarte dormida muchas veces como nunca te vi, el hambre de mis ojos tal acreces que me olvido de tí. Pues soñándote en íntimo abandono.

A la puesta, del sol vi la corona de siemprevivas que colgué con man… temblorosas del leño que eslabona tu tierra con tu cielo como herman… Era como un estrobo en su tolete;

center «Y luego ¿qué harás tú cuando me v… No llores, mira, yo...» —y una furtiva lágrima en la saya se te cayó.

Anda con cuidado por donde caminas… te picó la zarza y por eso lloras; son sus hojas verdes entre las esp… ¡tan blancas las flores! ¡tan negr…

Es una antorcha al aire esta palme… verde llama que busca al sol desnu… para beberle sangre; en cada nudo de su tronco cuajó una primavera. Sin bretes ni eslabones, altanera

Con la unción de su lengua de gran… se mojaba los labios resecos y entre tanto tecleaban mi mano sus lívidos dedos. Y sentía al compás de la fiebre

Las dos conchas de nácar que bebía… para, ti mis palabras, la luz del sol trasparentaban dulc… una luz escarlata. Y tú oías al sol mientras me oías;

Sobre tu pelo en que el sol se bañ… íbanse a solear en blancos copos las aladas semillas de los chopos bajo el desnudo cielo azul nevaba. Nevaba al borde allí de la chopera…

Vuelvo a nacerte tal fin cada maña… rebosante de juventud! Voy rejuntando un piélago de gana! Se anega mi salud! Oh cuando llegue d día del abrazo.…

¿Por qué esos lirios que los hielo… ¿Por qué esas rosas a que agosta e… ¿Por qué esos pajarillos que sin v… se mueren en plumón? ¿Por qué derrocha el cielo tantas…

Eres tú mi poesía, eres tú mi creación, eres tú, Teresa mía, tronco de mi corazón. Tú me has dado Ja palabra

Te recitaba, Becquer... Golondrin… refrescaban tus sienes al volar; las mismas que, piadosas, hoy, Ter… sobre tu tierra vuelan sin cesar. Las mismas que al Señor, de la co…

Tú sí que me conocías tal como nací a ser, cuando «¡niño!» me decías me sentía yo nacer. Ni mi madre . me miraba

Es á la sombra del silencio santo bajo el silencio de la sombra augu… lánguidamente va volando el canto de una campana sobre la robusta rocosa serranía á la que el llanto

En el silencio estrellado la Luna daba a la rosa y el aroma de la noche le henchía —sedienta boca— el paladar del espíritu,