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Teresa: 58

Mi madre dijo: «Siendo muy chiquitos...
tenía ella dos años y tú tres...
os hicimos trocar ¡usos benditos!
cuatro besos de ruido y hoy... ya ves!»
Sí, madre, veo lo que son los besos
que nos calan el pecho hasta el hondón,
los que crecen al par que nuestros huesos,
y echan raíces en el corazón.
Y aquel ruido resonó en la tierra
y de la tierra al cielo fué a subir;
es el son inmortal e¡n que se encierra
el destino del hombre y del vivir.
Me encontraba perdido en un islote
desierto y pobre en medio de la mar,
mas con el pecho fiel de don Quijote
resuelto un mundo entero a conquistar.
Para llevar a cabo mi conquista
me di mi .reino, una ciudad de Dios;
no yo, Teresa, me la dió tu vista;
nos hicimos el mundo entre los dos.
De aquellos cuatro besos ha brotado
todo un mundo... sus hijos vivirán...
un mundo más que al mundo hemos pagado
por mí fuiste Eva, fui por ti yo Adán.

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