Mora

Los nacimientos

Por Pablo Neruda

Nunca recordaremos haber muerto.
 
Tanta paciencia
para ser tuvimos
anotando
los números, los días,
los años y los meses,
los cabellos, las bocas que besamos,
y aquel minuto de morir
lo dejamos sin anotación:
se lo damos a otro de recuerdo
o simplemente al agua,
al agua, al aire, al tiempo.
Ni de nacer tampoco
guardamos la memoria,
aunque importante y fresco fue ir naciendo:
y ahora no recuerdas ni un detalle,
no has guardado ni un ramo
de la primera luz.
 
Se sabe que nacemos.
 
Se sabe que en la sala
o en el bosque
o en el tugurio del barrio pesquero
o en los cañaverales crepitantes
hay un silencio extrañamente extraño,
un minuto solemne de madera
y una mujer se dispone a parir.
 
Se sabe que nacimos.
 
Pero de la profunda sacudida
de no ser a existir, a tener manos,
a ver, a tener ojos,
a comer y llorar y derramarse
y amar y amar y sufrir y sufrir,
de aquella transición o escalofrío
del contenido eléctrico que asume
un cuerpo más como una copa viva,
y de aquella mujer deshabitada,
la madre que allí queda con su sangre
y su desgarradora plenitud
y su fin y comienzo, y el desorden
que turba el pulso, el suelo, las frazadas,
hasta que todo se recoge y suma
un nudo más el hilo de la vida,
nada, no quedó nada en tu memoria
del mar bravío que elevó una ola
y derribó del árbol una manzana oscura.
 
No tienes más recuerdo que tu vida.

Publico este poema de Pablo Neruda porque después de leerlo por primera vez sentí que era necesario sacar los textos y pensamientos que están tirados por mi habitación y mi cabeza. Aunque arrojarlos en el Internet sigue siendo lo mismo, prefiero que se pudran acá y no en mí.

#pabloneruda

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