Y ahí estaba ella, con sus maravillosos ojos cafés, su hermosa sonrisa y con su aroma matador. Ahí estaba yo, un chico normal, que no hacía más sino escribirle, mirarla y redactarla en sus párrafos, ella es la causante de todo esta poesía amorosa y desenfrenada, pero sigo ahí, al pie de ella y ella al pie mío.