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Ignacio Agramonte

Del espíritu al mágico conjuro,
vemos alzarse, grande y luminosa,
palpitante de vida y de entusiasmo,
la imponente figura del patriota.
 
Y en torno, la titánica epopeya,
con su estruendo espantoso y asordante,
con su siniestro resplandor de aceros,
con sus mares de lágrimas y sangre!
 
Y a través de los años la grandeza
del héroe inmaculado, nos asombra
y enciende o vivifica en nuestros pechos
del patrio amor la llama poderosa...!
 
No oscurece su gloria sombra alguna;
no armó su mano la ambición bastarda
ni el odio miserable al adversario,
sino el amor sublime por la patria.
 
Y alta y serena la soberbia frente,
en las manos el arma formidable,
cayó, luchando con heroico brío
entre el horror inmenso del combate.

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