Por la noble abuela de guedeja s blancas,
por la dulce anciana que tanto quería,
de sutil sonrisa, de pupilas francas,
francamente azules, rezo noche y día!
Yo las tristes hora s de la infancia evoco
cuando su grandez a se trocó en Calvario.
Y un pena r cautiva mi alma, poco a poco,
como un Padre Nuestro de un viejo rosario.
Y recuerdo entonce s todos sus consejos
cuando me apartaba con sus dedos viejos
mis primeros rizos que yo hacía flotar
sobre las arrugas de su blanc a frente.
¡Por la noble abuela, siento de repente
una gran nostalgia que me hace llorar!