Caprichosamente
Créeme ni yo mismo se el origen de mis propios caprichos,
será que todos somos caprichosos por capricho divino,
nos apoderamos de las fotos ajenas como souvenirs del destino,
y jugamos a ser aristócratas y mendigos en el teatro del camino.
Curioseamos en la tristeza de la gente solitaria en las plazas,
y nos creemos dioses y mártires de la confianza y la esperanza,
pero nos olvidamos que la envidia siempre acecha en nuestras entrañas
como una máscara delirante que ciega toda pureza en el alma.
Tan caprichosos que deseamos que el deseo tenga nuestra estampa,
para sellar los cuerpos de otros seres tan distintos en la cama,
como una cepa exclusiva, destilamos nuestra nefasta arrogancia
y embotellamos todo lo imposible que la mente nunca capta.
Nos creemos capaces de saltarnos el yin y el yang de la calma,
para resolver rápidamente aquello que se quedo hundido en la nada,
pero el capricho lo quiere todo y nos seduce con imágenes importadas,
porque nunca nos despertamos con el capricho, de vivir sin tener nada.
