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Esa noche

Recuerdo una noche; el cielo más oscuro que haya visto. Eran las dos de la mañana, padecía insomnio y tenía un culpable. Escribía sobre ese verano, sobre esa noche: húmeda y profunda... interminable.

Siempre me llenaba de nostalgia al ver el cielo, y entonces, era inevitable llenar la estancia de poesía...
Terminaba contándoles a las estrellas de su cara y mágicamente sentía sus manos acariciar toda mi espalda, ¿cómo alguien se podía volver tan loco por mi?.
Por eso era culpable: por estar tan lejos y tan cerca. Era culpable de las ojeras en mis ojos llenas de esperanzas, de las puntas de mis dedos adormecidos, responsables de palabras vanas.

Entonces recibí una llamada, era Él... o no lo era; susurraba y no lo entendía, es decir, nunca pude hacerlo.

—Tengo miedo.—

Apenas lo escuché y me quedé callada. Yo era demasiado débil y hacía tiempo que nadie buscaba consuelo en mi.

—Paulina, ayúdame.

Estaba llorando, y yo paralizada...

—Están aquí...

Seguía susurrando y yo no había dicho ni una palabra. ¿Qué debía hacer?.

—¿Quiénes? –por fin contesté–.
—Escucho voces, me persiguen aunque me esconda...

A lo único que yo no le temía, era a los monstruos, pues vivo de noche y sueño mucho. Tenía razón, podía ser consuelo.

—¿Qué es lo que dicen?
—Son muchas, no entiendo, pero tengo miedo...

Decía algunas palabras que no escuchaba y se quedaba en silencio un par de minutos. El silencio siempre me aterró, por eso también tenía conversaciones con mis demonios, pero a diferencia de Él, a mi me gustaba.

Seguía llorando, eso me incomodaba pero preferí callar y sólo escuché. Me parecía normal tener compañía invisible todas las noches y oír sus murmuros por todas partes.

—Pon atención a lo que dicen...
—¡No!, no quiero, ya no quiero oírlas, por favor sigue hablando.

Y entonces, uno de mis demonios me ordenó apagar el teléfono. Lo hice, volví al viejo sillón a mirar el cielo, encendí un cigarrillo y continué escribiendo mientras sus manos seguían acariciando mi espalda... ¿cómo alguien se podía volver tan loco por mi?.

Fue la última vez que lo vi, tenía miedo, mucho miedo. Nunca tuvo otro sentimiento conmigo, ni siquiera cuando decía que me amaba; eso era mentira y Él y yo, y ellos lo sabíamos. Jamás había sido tan humano.
Él temía, y yo lo amaba... sentíamos tanto. Como la gente normal.

(2015)

en Letras Grises

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