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Che Guevara

La máquina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista Por Alvaro Vargas Llosa, The New Republic 2005 El Che Guevara, quien hizo tanto (¿o tan poco?) por destruir al capitalismo, es en la actualidad la quintaesencia de una marca capitalista. Su semblante adorna jarros de café, caperuzas, encendedores, llaveros, billeteras, gorras de béisbol, tocados, bandadas, musculosas, camisetas deportivas, carteras finas, jeans de denim, té de hierbas, y por supuesto esas omnipresentes remeras con la fotografía, tomada por Alberto Korda, del galán socialista luciendo su boina durante los primeros años de la revolución, en el instante en que el Che de casualidad se introdujo en el visor del fotógrafo—y en la imagen que, treinta y ocho años después de su muerte, constituye aún el logotipo del revolucionario (¿o del capitalista?) “chic”. Sean O’Hagan sostuvo en The Observer que existe incluso un jabón en polvo con el eslogan “El Che lava más blanco.” Los productos del Che son comercializados por grandes corporaciones y por pequeñas empresas, tales como la Burlington Coat Factory, la cual difundió un comercial televisivo presentando a un joven en pantalones de fajina luciendo una remera del Che, o la Flamingo’s Boutique en Union City, Nueva Jersey, cuyo propietario respondió a la furia de los exiliados cubanos locales con este argumento devastador: “Yo vendo lo que la gente desea comprar.” Los revolucionarios también se unieron a este frenesí de productos—desde “The Che Store”, que vende provisiones, hasta el sitio que atiende “todas sus necesidades revolucionarias” en Internet, y el escritor italiano Gianni Minà, quien le vendió a Robert Redford los derechos cinematográficos del diario del Che sobre su juvenil viaje alrededor de América del Sur en el año 1952 a cambio de poder acceder al rodaje del film Diarios de Motocicleta y de que Minà pudiese producir su propio documental. Para no mencionar a Alberto Granado, quien acompañó al Che en su viaje de juventud y ahora asesora documentalistas, y que se quejaba hace poco en Madrid, según el diario El País, ante un Rioja y un magret de pato, de que el embargo estadounidense contra Cuba le dificulta el cobro de las regalías. Para llevar a la ironía más lejos: el edificio en el cual nació Guevara en la ciudad de Rosario, Argentina, un espléndido inmueble de comienzos del siglo veinte sito en la esquina de las calles Urquiza y Entre Ríos, se encontraba hasta hace poco ocupado por la administradora de fondos de jubilaciones y pensiones privada Máxima AFJP, una hija de la privatización de la seguridad social argentina en la década de 1990. La metamorfosis del Che Guevara en una marca capitalista no es nueva, pero la marca viene experimentando un renacimiento—un renacimiento especialmente destacable, dado que el mismo tiene lugar años después del colapso político e ideológico de todo lo que Guevara representaba. Esta suerte inesperada se debe sustancialmente a Diarios de Motocicleta, la película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. (Es una de las tres películas más importantes sobre el Che ya realizadas o actualmente en rodaje en los últimos dos años; las otras dos han sido dirigidas por Josh Evans y Steven Soderbergh.) Hermosamente rodada en paisajes que claramente han eludido los efectos erosivos de la polución capitalista, el film exhibe al joven en un viaje de auto-descubrimiento a medida que su conciencia social en ciernes tropieza con la explotación social y económica, lo que va preparando el terreno para la reinvención del hombre a quien Sartre llamara alguna vez el ser humano más completo de nuestra era. Pero para ser más preciso, el actual renacimiento del Che se inició en 1997, en el trigésimo aniversario de su muerte, cuando cinco biografías abrumaron las librerías y sus restos fueron descubiertos cerca de una pista de aterrizaje en el aeropuerto de Vallegrande, en Bolivia, después de que un general boliviano retirado, en una revelación espectacularmente oportuna, indicara la ubicación exacta. El aniversario volvió a centrar la atención en la famosa fotografía de Freddy Alborta del cadáver del Che tendido sobre una mesa, escorzado, muerto y romántico, luciendo como Cristo en un cuadro de Mantegna. Es usual que los seguidores de un culto no conozcan la verdadera historia de su héroe. (Muchos rastafaris renunciarían a Haile Selassie si tuviesen alguna idea de quien fue en realidad.) No sorprende que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores post-comunistas, también se engañen a sí mismos al aferrarse a un mito—excepto los jóvenes argentinos que corean una expresión de rima perfecta: “Tengo una remera del Che y no sé por qué.” Considérese a algunos de los individuos que recientemente han blandido o invocado el retrato de Guevara como un emblema de justicia y rebelión contra el abuso de poder. En el Líbano, unos manifestantes que protestaban en contra de Siria ante la tumba del ex primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un jugador de fútbol francés que juega para el Arsenal, en Inglaterra, se apareció en una importante velada de gala organizada por la FIFA, el organismo del fútbol mundial, vistiendo una remera roja y negra del Che. En una reciente reseña publicada en The New York Times sobre Land of the Dead de George A. Romero, Manohla Dargis destacaba que “el mayor impacto aquí puede ser el de la transformación de un zombi negro en un virtuoso líder revolucionario,” y agregó: “Creo que el Che en verdad vive, después de todo.” El héroe del fútbol Maradona ostentó el emblemático tatuaje del Che en su brazo derecho durante un viaje en el que se reunió con Hugo Chávez en Venezuela. En Stavropol, al sur de Rusia, unos manifestantes que reclamaban los pagos en efectivo de los beneficios del bienestar social tomaron la plaza central con banderas del Che. En San Francisco, City Lights Books, el legendario hogar de la literatura beat, invita a los visitantes a una sección dedicada a América Latina en la cual la mitad de los estantes se encuentra ocupada por libros del Che. José Luis Montoya, un oficial de policía mexicano que combate el crimen relacionado con las drogas en Mexicali luce una vincha del Che porque ella lo hace sentirse más fuerte. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la margen occidental del río Jordán, los afiches del Che adornan un muro que le rinde tributo a la Intifada. Una revista dominical dedicada a la vida social en Sydney, Australia, enumera a los tres invitados ideales en una cena: Alvar Aalto, Richard Branson, y el Che Guevara. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido a la junta legislativa de Hong Kong, desafía a Beijing al vestir una remera del Che. En Brasil, Frei Betto, consejero del Presidente Lula da Silva y encargado del programa de alto perfil "Hambre Cero," afirma que "deberíamos prestarle menos atención a Trotsky y mucha más al Che Guevara." Y lo más estupendo de todo, en la ceremonia de este año de los Premios de la Academia, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canción principal del film Diarios de Motocicleta: Santana se presentó luciendo una remera del Che y un crucifijo. Las manifestaciones del nuevo culto del Che están por todas partes. Una vez más el mito está apasionando a individuos cuyas causas en su mayor parte representan exactamente lo opuesto de lo que era Guevara. Ningún hombre carece de algunas cualidades atenuantes. En el caso del Che Guevara, esas cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa a la realidad del mito. Su honestidad (quiero decir: honestidad parcial) significa que dejó testimonio escrito de sus crueldades, incluido lo muy malo, aunque no lo peor. Su coraje—que Castro describió como “su manera, en los momentos difíciles y peligrosos, de hacer las cosas más difíciles y peligrosas”—significa que no vivió para asumir la plena responsabilidad por el infierno de Cuba. El mito puede decir tanto acerca de una época como la verdad. Y es así que gracias a los propios testimonios que el Che brinda de sus pensamientos y de sus actos, y gracias también a su prematura desaparición, podemos saber exactamente cuan engañados están muchos de nuestros contemporáneos respecto de muchas cosas. Guevara puede haberse enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado de la muerte ajena. En abril de 1967, hablando por experiencia, resumió su idea homicida de la justicia en su “Mensaje a la Tricontinental”: “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”. Sus primeros escritos se encuentran también sazonados con esta violencia retórica e ideológica. A pesar de que su ex novia Chichina Ferreyra duda de que la versión original de los diarios de su viaje en motocicleta contenga la observación de “siento que mis orificios nasales se dilatan al saborear el amargo olor de la pólvora y de la sangre del enemigo,” Guevara compartió con Granado en esa temprana edad esta exclamación: “¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco.” En otras ocasiones el joven bohemio parecía incapaz de distinguir entre la frivolidad de la muerte como un espectáculo y la tragedia de las victimas de una revolución. En una carta a su madre en 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribió: “Aquí estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices que cortaron la monotonía en que vivía”. La disposición de Guevara cuando viajaba con Castro desde México a Cuba a bordo del Granma es capturada en una frase de una carta a su esposa que redactó el 28 de enero de 1957, no mucho después de desembarcar, publicada en su libro Ernesto: Una Biografía del Che Guevara en Sierra Maestra: “Estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre”. Esta mentalidad había sido reforzada por su convicción de que Arbenz había perdido el poder debido a que había fallado en ejecutar a sus potenciales enemigos. En una carta anterior a su ex novia Tita Infante había observado que “Si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad de devolver los golpes”. No sorprende que durante la lucha armada contra Batista, y luego tras el ingreso triunfal en La Habana, Guevara asesinara o supervisara las ejecuciones en juicios sumarios de muchísimas personas—enemigos probados, meros sospechados y aquellos que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado. En enero de 1957, tal como lo indica su diario desde la Sierra Maestra, Guevara le disparó a Eutimio Guerra porque sospechaba que aquel se encontraba pasando información: “Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la sien derecha, con orificio de salida en el temporal derecho...sus pertenencias pasaron a mi poder”. Más tarde mató a tiros a Aristidio, un campesino que expresó el deseo de irse cuando los rebeldes siguieran su camino. Mientras se preguntaba si esta victima en particular “era en verdad lo suficientemente culpable como para merecer la muerte,” no vaciló en ordenar la muerte de Echevarría, el hermano de uno de sus camaradas, en razón de crímenes no especificados: “Tenía que pagar el precio.” En otros momentos simularía ejecuciones sin llevarlas a cabo, como un método de tortura psicológica. Luis Guardia y Pedro Corzo, dos investigadores que se encuentran trabajando en Florida en un documental sobre Guevara, han obtenido el testimonio de Jaime Costa Vázquez, un ex comandante del ejército revolucionario conocido como “El Catalán,” quien sostiene que muchas de las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés (futuro ministro del interior de Cuba) fueron responsabilidad directa de Guevara, debido a que Valdés se encontraba bajo sus ordenes en las montañas. “Ante la duda, mátalo” fueron las instrucciones del Che. En vísperas de la victoria, según Costa, el Che ordenó la ejecución de un par de docenas de personas en Santa Clara, en Cuba central, hacia donde había marchado su columna como parte de un asalto final contra la isla. Algunos de ellos fueron muertos en un hotel, como ha escrito Marcelo Fernándes-Zayas, otro ex revolucionario que después se convertiría en periodista (agregando que entre los ejecutados había campesinos conocidos como casquitos que se habían unido al ejército simplemente para escapar del desempleo). Pero la “fría máquina de matar” no dio muestra de todo su rigor hasta que, inmediatamente después del colapso del régimen de Batista, Castro lo pusiera a cargo de la prisión de La Cabaña. (Castro tenía un buen ojo clínico para escoger a la persona perfecta para proteger a la revolución contra la infección.) San Carlos de La Cabaña es una fortaleza de piedra que fue utilizada para defender a La Habana contra los piratas ingleses en el siglo dieciocho; más tarde se convirtió en un cuartel militar. De una manera que evoca al escalofriante Lavrenti Beria, Guevara presidió durante la primera mitad de 1959 uno de los periodos más oscuros de la revolución. José Vilasuso, abogado y profesor en la Universidad Interamericana de Bayamón en Puerto Rico, quien pertenecía al grupo encargado del proceso judicial sumario en La Cabaña, me dijo recientemente que “El Che dirigió la Comisión Depuradora. El proceso se regía por la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicción. Esto es: “Sabemos que todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario”. Miguel Duque Estrada era mi jefe inmediato. Mi función era de instructor. Es decir legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal, sin juicio propio alguno. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecutaron siete hombres”. Javier Arzuaga, el capellán vasco que les brindaba consuelo a aquellos condenados a morir y que presenció personalmente docenas de ejecuciones, habló conmigo recientemente desde su casa en Puerto Rico. Ex sacerdote católico de setenta y cinco años de edad, quien se describe como “más cercano a Leonardo Boff y a la Teología de la Liberación que al ex cardenal Cardinal Ratzinger,” Arzuaga recuerda que “La cárcel de La Cabaña se mantuvo llena a rebosar. Sobre 800 hombres hacinados en un espacio pensado para no más de 300: militares batistianos o miembros de algunos de los cuerpos de la policía, algunos “chivatos”, periodistas, empresarios o comerciantes. El juez no tenía por qué ser hombre de leyes; sí, en cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que los compañeros que ocupaban con él la mesa del tribunal. Casi todas las vistas de apelación estuvieron presididas por el Che Guevara. No recuerdo ningún caso cuya sentencia fuera revocada en esas vistas. Todos los días yo visitaba la “galera de la muerte”, donde permanecían los prisioneros desde que eran sentenciados a muerte. Corrió la voz de que yo hipnotizaba a los condenados antes de salir para el paredón y que por eso se daban tan fáciles las cosas, sin escenas desagradables, y el Che Guevara dio orden de que nadie fuera conducido al paredón sin que yo estuviera presente. Yo asistí a 55 fusilamientos hasta el mes de mayo, cuando me fui. Eso no quiere decir que no se siguiera fusilando. Herman Marks era un americano, se decía que era prófugo de la justicia. Lo llamábamos “el carnicero” porque gozaba gritando “pelotón, atención, preparen, apunten, fuego”. Conversé varias veces con el Che con el fin de interceder por determinadas personas. Recuerdo muy bien el caso de Ariel Lima que era menor de edad, pero fue inflexible. Lo mismo puedo decir de Fidel Castro, a quien acudí también en dos ocasiones con igual propósito. Sufrí un trauma. A finales de mayo me sentía mal y se me recomendó abandonar la parroquia de Casa Blanca, dentro de cuyos límites se encontraba La Cabaña y que yo había atendido en los últimos tres años. Me fui a México para un tratamiento. Cuando nos despedíamos, el Che Guevara me dijo que nos habíamos llevado bien, tratando los dos de sacar el otro de su campo para atraerlo al de uno. “Hemos fracasado los dos. Cuando nos quitemos las caretas que hemos llevado puestas, seremos enemigos frente a frente”. ¿Cuánta gente fue asesinada en La Cabaña? Pedro Corzo ofrece una cifra de unos doscientos, similar a la proporcionada por Armando Lago, un profesor de economía retirado que ha compilado una lista de 179 nombres como parte de un estudio de ocho años sobre las ejecuciones en Cuba. Vilasuso me dijo que cuatrocientas personas fueron ejecutadas entre el mes de enero y fines de junio de 1959 (fecha en el que el Che dejó de estar a cargo de La Cabaña). Los cables secretos enviados por la Embajada de los Estados Unidos en La Habana al Departamento de Estado en Washington hablan de "más de 500." Según Jorge Castañeda, uno de los biógrafos de Guevara, un católico vasco simpatizante de la revolución, el fallecido Padre Iñaki de Aspiazú, hablaba de setecientas victimas. Félix Rodríguez, un agente de la CIA quien fue parte del equipo a cargo de la captura de Guevara en Bolivia, me dijo que él encaró al Che después de su captura respecto de "las dos mil y pico" ejecuciones por las que fue responsable durante su vida. "Dijo que todos eran agentes de la CIA y no se refirió a la cifra," recuerda Rodríguez. Las cifras más altas pueden incluir ejecuciones que tuvieron lugar en los meses posteriores a la fecha en que el Che dejó de estar a cargo de la prisión. Lo cual nos trae de regreso a Carlos Santana y a su elegante indumentaria del Che. En una carta abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el gran músico de jazz Paquito D''Rivera reprochó a Santana su vestuario en la ceremonia de los Premios Oscar, y agregó: “Uno de esos cubanos fue mi primo Bebo, preso allí precisamente por ser cristiano. El me cuenta siempre con amargura cómo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin juicio de mucho que morían gritando “¡Viva Cristo Rey!”. El ansia de poder del Che tenía otras maneras de expresarse además del asesinato. La contradicción entre su pasión por viajar—una especie de protesta contra las limitaciones del estado-nación—y su impulso por convertirse en un estado esclavizante en relación a otras personas es patético. Al escribir acerca de Pedro Valdivia, el conquistador de Chile, Guevara reflexionaba: "Pertenecía a esa clase especial de hombres a los que la especie produce de vez en cuando, en quienes un anhelo por el poder ilimitado es tan extremo que cualquier sufrimiento para lograrlo parece natural." Podría haber estado describiéndose así mismo. En cada etapa de su vida adulta, sus megalomanía se manifestaba en el impulso depredador por apoderarse de las vidas y de la propiedad de otras personas, y de abolir su libre voluntad. En 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus, Guevara intento sin éxito imponer una especie de sharia, regulando las relaciones entre los hombres y las mujeres, el uso del alcohol, y el juego informal—un puritanismo que no caracterizaba precisamente su propia forma de vida. Les ordenó también a sus hombres que asaltaran bancos, una decisión que justificó en una carta a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: "Las masas que luchan están de acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos." Esta idea de la revolución como una licencia para reasignar la propiedad según le conviniese condujo al puritano marxista a apoderarse de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución. El impulso de desposeer a los demás de su propiedad y de reclamar la propiedad del territorio de otros fue central a la política opresiva de Guevara. En sus memorias, el líder egipcio Gamal Abdel Nasser cuenta que Guevara le preguntó cuántas personas habían abandonado su país debido a la reforma agraria. Cuando Nasser replicó que ninguna, el Che contestó enojado que la manera de medir la profundidad del cambio es a través del número de individuos “que sienten que no hay lugar para ellos en la nueva sociedad.” Este instinto depredador alcanzó un apoteosis en 1965, cuando empezó a hablar, como Dios, acerca del "Hombre Nuevo" que él y su revolución crearían. La obsesión del Che con el control colectivista lo llevó a colaborar en la formación del aparato de seguridad que fue establecido para subyugar a seis millones y medio de cubanos. A comienzos de 1959, una serie de reuniones secretas tuvo lugar en Tarará, cerca de La Habana, en la mansión a la cual el Che temporalmente se retiró para recuperarse de una enfermedad. Allí fue donde los líderes principales, incluido Castro, diseñaron al estado policíaco cubano. Ramiro Valdés, subordinado del Che durante la guerra de guerrillas, fue puesto al mando del G-2, un cuerpo inspirado en la Cheka. Angel Ciutah, un veterano de la Guerra Civil española enviado por los soviéticos que había estado muy cerca de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, y que más tarde entablaría amistad con el Che, desempeñó un papel fundamental en la organización del sistema, junto con Luis Alberto Lavandeira, quien había servido al jefe en La Cabaña. El propio Guevara se hizo cargo del G-6, el grupo al que se le encomendó el adoctrinamiento ideológico de las fuerzas armadas. La invasión respaldada por los EE.UU. de Bahía de Cochinos en abril de 1961 se convirtió en la ocasión perfecta para consolidar al nuevo estado policíaco, con el acorralamiento de decenas de miles de cubanos y una nueva serie de ejecuciones. Como el mismo Guevara le expresó al embajador soviético Sergei Kudriavtsev, los contrarrevolucionarios nunca “volverían a levantar su cabeza.” "Contrarrevolucionario" es el término que se le aplicaba a cualquiera que se apartara del dogma. Era el equivalente comunista de "hereje." Los campos de concentración eran una forma en la cual el poder dogmático era empleado para suprimir el disenso. La historia le atribuye al general español Valeriano Weyler, el capitán general de Cuba a finales del siglo diecinueve, haber empleado por vez primera a la palabra "concentración" para describir la política de cercar a las masas de potenciales opositores—en su caso a los simpatizantes del movimiento independentista cubano—con alambre de púas y empalizadas. Qué irónico (y apropiado) que los revolucionarios de Cuba más de medio siglo después continuasen con esta tradición local. Al principio, la revolución movilizó a voluntarios para construir escuelas y para trabajar en los puertos, plantaciones, y fábricas—todas ellas exquisitas oportunidades fotográficas para el Che el estibador, el Che el cortador de caña, el Che el fabricante de telas. No pasó mucho tiempo antes de que el trabajo voluntario se volviese un poco menos voluntario: el primer campamento de trabajos forzados, Guanahacabibes, fue establecido en Cuba occidental hacia el final de 1960. Así es como el Che explicaba la función desempeñada por este método de confinamiento: “A Guanahacabibes se manda a la gente que no debe ir a la cárcel , la gente que ha cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado...es trabajo duro, no trabajo bestial”. Este campamento fue el precursor del confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, victimas del SIDA, católicos, Testigos de Jehová, sacerdotes afro-cubanos, y otras escorias por el estilo, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Hacinados en autobuses y camiones, los "desadaptados" serían transportados a punta de pistola a los campos de concentración organizados sobre la base del modelo de Guanahacabibes. Algunos nunca regresarían; otros serían violados, golpeados, o mutilados; y la mayoría quedarían traumatizados de por vida, como el sobrecogedor documental de Néstor Almendros Conducta Impropia se lo mostrara al mundo un par de décadas atrás. De esta manera, la revista Time parece haber errado en agosto de 1960 cuando describió a la división del trabajo de la revolución con una nota de tapa presentando al Che Guevara como el "cerebro," a Fidel Castro como el "corazón" y a Raúl Castro como el "puño." Pero la percepción revelaba el papel crucial de Guevara en hacer de Cuba un bastión del totalitarismo. El Che era de alguna manera un candidato improbable para la pureza ideológica, dado su espíritu bohemio, pero durante los años de entrenamiento en México y en el periodo resultante de la lucha armada en Cuba emergió como el ideólogo comunista locamente enamorado de la Unión Soviética, en gran medida para molestia de Castro y de otros que eran esencialmente oportunistas dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para ganar poder. Cuando los aspirantes a revolucionarios fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único que admitió que era un comunista y que estaba estudiando ruso. (Habló abiertamente de su relación con Nikolai Leonov de la Embajada Soviética.) Durante la lucha armada en Cuba, forjó una férrea alianza con el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un jugador importante en la conversión del régimen de Castro al comunismo. Esta fanática disposición convirtió al Che en una parte esencial de la "sovietización" de la revolución que se había jactado reiteradamente de su carácter independiente. Muy poco después de que los barbudos llegaran al poder, Guevara participó de negociaciones con Anastas Mikoyan, el vice primer ministro soviético, quien visitó Cuba. Le fue confiada la misión de promover las negociaciones soviético-cubanas durante una visita a Moscú a finales de 1960. (La misma fue parte de un largo viaje en el cual la Corea del Norte de Kim Il Sung fue el país que “más” le impresionó.) El segundo viaje a Rusia de Guevara, en agosto de 1962, fue aún más significativo, en razón de que el mismo selló el acuerdo para convertir a Cuba en una cabeza de playa nuclear soviética. Se reunió con Khrushchev en Yalta para finalizar los detalles sobre una operación que ya se había iniciado y que involucraba la introducción en la isla de cuarenta y dos misiles soviéticos, la mitad de los cuales estaban armados con ojivas nucleares, así como también lanzadores y unos cuarenta y dos mil soldados. Tras presionar a sus aliados soviéticos sobre el peligro de que los Estados Unidos pudiesen descubrir lo que estaba aconteciendo, Guevara obtuvo garantías de que la marina soviética intervendría—en otras palabras, de que Moscú estaba preparada para ir a la guerra. Según la biografía de Guevara de Philippe Gavi, el revolucionario había alardeado que "su país se encuentra deseoso de arriesgarlo todo en una guerra atómica de inimaginable capacidad destructiva para defender un principio." Apenas después de finalizada la crisis de los misiles cubanos—cuando Khrushchev renegó de la promesa hecha en Yalta y negoció un acuerdo con los Estados Unidos a espaldas de Castro que incluía la remoción de los misiles estadounidenses de Turquía—Guevara dijo a un periódico comunista británico: "Si los cohetes hubiesen permanecido, los hubiésemos utilizado a todos y dirigido contra el mismo corazón de los Estados Unidos, incluida Nueva York, en nuestra defensa contra la agresión." Y un par de años más tarde, en las Naciones Unidas, fue leal a las formas: "Como marxistas hemos sostenido que la coexistencia pacífica entre las naciones no incluye a la coexistencia entre los explotadores y el explotado." Guevara se distanció de la Unión Soviética en los últimos años de su vida. Lo hizo por las razones equivocadas, culpando a Moscú por ser demasiado blando ideológica y diplomáticamente, y hacer demasiadas concesiones—a diferencia de la China maoísta, a la cual llegó a ver como un refugio de la ortodoxia. En octubre de 1964, un memo escrito por Oleg Daroussenkov, un funcionario soviético cercano a él, cita a Guevara diciendo: "Les pedimos armas a los checoslovacos; y nos rechazaron. Luego se las pedimos a los chinos; dijeron que sí en pocos días, y ni siquiera nos cobraron, declarando que uno no le vende armas a un amigo." En realidad, Guevara se resintió por el hecho de que Moscú le estaba solicitando a otros miembros del bloque comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda y de su apoyo político. Su ataque final contra Moscú llegó en Argelia, en febrero de 1965, en una conferencia internacional en la que acusó a los soviéticos de adoptar la "ley del valor," es decir, el capitalismo. Su ruptura con los soviéticos, en síntesis, no fue un grito en favor de la independencia. Fue un alarido al estilo de Enver Hoxha en aras de la total subordinación de la realidad a la ciega ortodoxia ideológica. El gran revolucionario tuvo una oportunidad de poner en práctica su visión económica—su idea de la justicia social—como director del Banco Nacional de Cuba y del Departamento de Industria del Instituto Nacional de la Reforma Agraria a fines de 1959, y, desde principios de 1961, como ministro de industria. El periodo en el cual Guevara estuvo a cargo de la mayor parte de la economía cubana atestiguó el cuasi colapso de la producción de azúcar, el fracaso de la industrialización y la introducción del racionamiento—todo esto en el que había sido uno de los cuatros países económicamente más exitosos de América Latina desde antes de la dictadura de Batista. Su tarea como director del Banco Nacional, durante la cual imprimió billetes que llevaban la firma "Che," ha sido sintetizada por su asistente, Ernesto Betancourt: “Encontré en el Che una ignorancia absoluta de los principios más elementales de la economía”. Los poderes de percepción de Guevara respecto de la economía mundial fueron muy bien expresados en 1961, durante una conferencia hemisférica celebrada en Uruguay, donde predijo una tasa de crecimiento para Cuba del 10 por ciento "sin el menor temor," y, para 1980, un ingreso per capita mayor que el de "los EE.UU. en la actualidad." En verdad, hacia 1997, el trigésimo aniversario de su muerte, los cubanos se encontraban bajo una dieta consistente en una ración de cinco libras de arroz y una libra de frijoles por mes; cuatro onzas de carne dos veces al año; cuatro onzas de pasta de soja por semana; y cuatro huevos por mes. La reforma agraria le quitó tierra al rico, pero se la dio a los burócratas, no a los campesinos. (El decreto fue redactado en la casa del Che.) En el nombre de la diversificación, el área cultivada fue reducida y la mano de obra disponible distraída hacia otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963, la cosecha se redujo a la mitad: apenas unos 3,8 millones de toneladas métricas. ¿Se justificaba este sacrificio por el fomento de la industrialización cubana? Desdichadamente, Cuba carecía de materias primas para la industria pesada, y, como una consecuencia de la redistribución revolucionaria, no contaba con una moneda sólida con la cual adquirirlas—o incluso adquirir los productos básicos. Para 1961, Guevara estaba teniendo que dar explicaciones embarazosas a los trabajadores en la oficina: "Nuestros camaradas técnicos en las compañías han producido una pasta dental... tan buena como la anterior; limpia exactamente lo mismo, a pesar de que después de un tiempo se vuelve una piedra." Para 1963, todas las esperanzas de industrializar a Cuba fueron abandonadas, y la revolución aceptó su rol de proveedora colonial de azúcar al bloque soviético a cambio de petróleo para cubrir sus necesidades y para revenderlo a otros países. Durante las tres décadas siguientes, Cuba sobreviviría en base a un subsidio soviético de más o menos entre $65 mil millones y $100 mil millones. Habiendo fracasado como héroe de la justicia social, ¿merece Guevara un lugar en los libros de historia como un genio de la guerra de guerrillas? Su mayor logro militar en la lucha contra Batista—la toma de la ciudad de Santa Clara después de emboscar un tren con pesados refuerzos—es seriamente cuestionado. Numerosos testimonios indican que el conductor del tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos. (Gutiérrez Menoyo, quien dirigía un grupo guerrillero diferente en esa área, está entre aquellos que han criticado la historia oficial de Cuba sobre la victoria de Guevara.) Inmediatamente después del triunfo de la revolución, Guevara organizó ejércitos guerrilleros en Nicaragua, la República Dominicana, Panamá, y Haití—todos los cuales fueron aplastados. En 1964, envió al revolucionario argentino Jorge Ricardo Masetti a su muerte al persuadirlo de que montase un ataque contra su país natal desde Bolivia, justo después de que la democracia representativa había sido restablecida en la Argentina. Particularmente desastrosa fue la expedición al Congo en 1965. Guevara se alió con dos rebeldes—Pierre Mulele en el oeste y Laurent Kabila en el este—contra el desagradable gobierno congoleño, el cual era sostenido por los Estados Unido, por mercenarios sudafricanos y exiliados cubanos. Mulele había tomado posesión de Stanleyville antes de ser repelido. Durante su reinado de terror, tal como lo ha escrito V.S. Naipaul, asesinó a todos aquellos que podían leer y a todos los que vestían una corbata. Respecto del otro aliado de Guevara, Laurent Kabila, se trataba meramente de un perezoso y un corrupto por aquel entonces; pero el mundo descubriría en los años 90 que también él era una máquina de matar. En cualquier caso, Guevara se pasó gran parte de 1965 ayudando a los rebeldes en el este antes de abandonar el país de manera ignominiosa. Poco tiempo después, Mobutu llegó al poder e instaló una tiranía de décadas. (En los países latinoamericanos, de Argentina al Perú, las revoluciones inspiradas en el Che tuvieron el mismo resultado practico de reforzar el militarismo brutal durante muchos años.) En Bolivia, el Che fue nuevamente derrotado, y por última vez. Malinterpretó la situación local. Una reforma agraria había tenido lugar unos años antes; el gobierno había respetado muchas de las instituciones de las comunidades campesinas; y el ejército era cercano a los Estados Unidos a pesar de su nacionalismo. "Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto" fue la melancólica conclusión de Guevara en su diario boliviano. Aún peor, Mario Monje, el líder comunista local, quien no tenía estómago para una guerra de guerrillas tras haber sido humillado en los comicios, condujo a Guevara hacia una ubicación vulnerable en el sudeste del país. Las circunstancias de la captura del Che en la quebrada del Yuro, poco después de reunirse con el intelectual francés Régis Debray y el pintor argentino Ciro Bustos, ambos arrestados cuando abandonaban el campamento, fueron, como gran parte de la expedición boliviana, cosa de aficionados. Guevara fue ciertamente audaz y corajudo, y rápido para organizar la vida en base a principios militares en los territorios bajo su control, pero no era un General Giap. Su libro La Guerra de Guerrillas enseña que las fuerzas populares pueden vencer a un ejército, que no es necesario aguardar a que se den las condiciones necesarias ya que un foco insurreccional puede provocarlos, y que el combate debe tener lugar principalmente en el campo. (En su receta para la guerra de guerrillas, reserva también para las mujeres el rol de cocineras y enfermeras.) Sin embargo, el ejército de Batista no era un ejército sino un corrupto manojo de matones carente de motivación y sin mucha organización; los focos guerrilleros, con la excepción de Nicaragua, terminaron todos en cenizas para los foquistas, y América Latina se ha vuelto urbana en un 70 por ciento en estas últimas cuatro décadas. Al respecto, también, el Che Guevara fue un cruel alucinado. En las últimas décadas del siglo diecinueve, Argentina tenía la segunda tasa de crecimiento más grande del mundo. Hacia la década de 1890, el ingreso real de los trabajadores argentinos era superior al de los trabajadores suizos, alemanes, y franceses. Para 1928, ese país ocupaba el duodécimo lugar en el mundo en cuanto a su PBI per capita. Ese logro, que las siguientes generaciones arruinarían, se debió en gran medida a Juan Bautista Alberdi. Al igual que Guevara, a Alberdi le gustaba viajar: caminó a través de las pampas y de los desiertos de norte a sur a los catorce años de edad, rumbo a Buenos Aires. Como Guevara, Alberdi se oponía a un tirano, Juan Manuel Rosas. Igual que Guevara, Alberdi tuvo la oportunidad de influir sobre un líder revolucionario en el poder—Justo José de Urquiza, quien derrocó a Rosas en 1852. Como Guevara, Alberdi representó al nuevo gobierno en giras mundiales, y murió en el exterior. Pero a diferencia del viejo y nuevo predilecto de la izquierda, Alberdi nunca mató una mosca. Su libro, Bases y puntos de partida para la organización de la República Argentina, fue la base de la Constitución de 1853 que limitó el Estado, abrió el comercio, alentó la inmigración y aseguró los derechos de propiedad, inaugurando de ese modo un periodo de setenta años de asombrosa prosperidad. No se entremetió en los asuntos de otras naciones, oponiéndose a la guerra de su país contra Paraguay. Su semblante no adorna el abdomen de Mike Tyson. Este trabajo fue originalmente publicado en inglés por la revista The New Republic bajo el titulo de The Killing Machine: Che Guevara, from Communist Firebrand to Capitalist Brand, en sus ediciones del 11 y 18 de julio de 2005. Traducido por Gabriel Gasave Referencias Alvaro Vargas Llosa - www.elindependent.org/articulos/article.asp?id=1535 Julio Cortázar le escribió al Che No nos vimos nunca pero no importaba. Yo tuve un hermano que iba por los montes mientras yo dormía. Lo quise a mi modo, le tomé su voz libre como el agua, caminé de a ratos cerca de su sombra. No nos vimos nunca pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida. Carlos Puebla Hasta Siempre (guajira) Aprendimos a quererte, desde la histórica altura, donde el sol de tu bravura le puso cerco a la muerte. Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Tu mano gloriosa y fuerte sobre la historia dispara, cuando todo Santa Clara se despierta para verte. Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Vienes quemando la brisa con soles de primavera para plantar la bandera con la luz de tu sonrisa Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Tu amor revolucionario te conduce a nueva empresa, donde espera la firmeza de tu brazo libertario. Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Seguiremos adelante como junto a ti seguimos y con Fidel te decimos: «¡Hasta siempre Comandante!» Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia, Comandante Che Guevara. Ernesto Guevara en Santa Clara. Diciembre 1958

Alberto Girri

Alberto Girri (*Buenos Aires, 1919 - Buenos Aires, 1991) fue un poeta argentino. Su primer libro, Playa Sola, lo distingue entre la llamada generación del 40. Su estilo único y personal, no encaja en ningún movimiento concreto. A partir de esta obra, Girri publicó unos treinta libros en los que paulatinamente se desembarazó de la lírica elegíaca y tradicionalista de aquella década. Su lenguaje se hizo ascético y extremadamente intelectual. Colaborador de la revista "Sur" y del diario "La Nación", llevó una vida monacal, aunque obtuvo amplio reconocimiento en su país y en el exterior. Su poesía provocó admiración y rechazo. Se le llamó muchas veces "árido e incomprensible". Sin embargo, su apuesta radical por una poesía despojada e impersonal logró convertirse en fundamental para poetas de las últimas generaciones. Publicó entre otros los libros de poesía Coronación de la espera, Poesía de observación, Quien habla no está muerto, Monodias, Existenciales. Reflexionó sobre su trabajo en El motivo es el poema y Diario de un Libro. Tradujo a numerosos poetas ingleses y estadounidenses, entre ellos T. S. Eliot, Wallace Stevens, Robert Frost y William Carlos Williams, con lo que logró dirigir la atención hacia la lírica anglosajona contemporánea en un medio donde gravitaban más los poetas vanguardistas franceses. En la literatura argentina, aunque Girri es muy personal y original, se encuentran algunas similitudes con las obras de Enrique Molina y Olga Orozco. Para el compositor Alberto Ginastera escribió el libreto de la ópera Beatrix Cenci (basada en la trágica y real historia de la joven Beatrice Cenci) de en 2 actos y 14 escenas. Listado de sus principales obras * Beatrix Cenci. Ópera. * Juegos alegóricos. 1993. * Trama de conflictos. 1988. * Páginas de Alberto Girri. 1983. * Lírica de percepciones. 1983. * Lo propio lo de todos. 1980. * Recluso platónico. 1978 * El motivo es el poema. 1976. * Quien habla no esta muerto. 1975. * Penitencia y el mérito. 1957. * El tiempo que destruye. 1950. * Trece poemas. 1949. * Coronación de la espera. 1947. * Playa sola. 1946. * Poesía de observación. Referencias Wikipedia-http://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Girri

Hilario Ascasubi

Hilario Ascasubi fue un poeta argentino nacido el 14 de enero de 1807 en la actual ciudad de Bell Ville, provincia de Córdoba y falleció el 17 de noviembre de 1875 en la ciudad de Buenos Aires. Fueron sus padres Mariano de los Dolores Ascasubi, pardo libre hijo de Roque Ascasubi y Clara Ascasubi, esclavos y luego pardos libres, y doña Loreta de Elías, hija natural de Jacoba Carranza, pardas libres, todos cordobeses.[cita requerida] Es uno de los primeros poetas gauchescos, junto con el uruguayo Bartolomé Hidalgo. Es un ferviente anti rosista que se une a la lucha armada en contra del tirano. En una de sus poesías, "La refalosa", reproduce la amenaza de un "mazorquero" rosista a un gaucho que es contrario a Rosas, y en ella se comenta cómo eran las torturas utilizadas por esa milicia para lograr, a la fuerza, la adhesión al gobierno rosista. Pasó unos veinte años en Montevideo y más tarde en París enviado por el gobernador bonaerense Bartolomé Mitre. Luego regresó a la Argentina y murió en Buenos Aires en 1875. En su Santos Vega o los mellizos de la Flor -en cierto modo poema épico de la literatura gauchesca- nos presenta en breves cuadros descriptivos la vida de la pampa y de sus pobladores. A veces utilizó como seudónimos los nombres de dos obras suyas: Paulino Lucero y Aniceto el gallo. Obras El gaucho Jacinto Cielo (1843) Paulino Lucero (1846) Aniceto el Gallo (1853) Santos Vega o los mellizos de la Flor (1851) Obras completas (1872, 3 volúmenes recopilados por el autor) References Wikipedia—https://es.wikipedia.org/wiki/Hilario_Ascasubi

Macedonio Fernández

Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1 de junio de 1874 - Buenos Aires, 10 de febrero de 1952) fue un escritor argentino, autor de novelas, cuentos, poemas, artículos periodísticos, ensayos filosóficos y textos de naturaleza inclasificable. Ha ejercido una gran influencia sobre la literatura argentina posterior. Hijo de Macedonio Fernández, estanciero y militar, y de Rosa del Mazo Aguilar Ramos. En 1887 cursa sus estudios en el Colegio Nacional Central. Durante 1891-1892 publica en diversos periódicos una serie de páginas costumbristas incluidas más tarde en Papeles antiguos, primer volumen de sus Obras completas (Buenos Aires: Corregidor). Compañero y amigo íntimo de Jorge Guillermo Borges (padre de Jorge Luis Borges), comparten el interés por el estudio de la psicología de Herbert Spencer y por la filosofía de Arthur Schopenhauer. En 1897 la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires le otorga el título de doctor en jurisprudencia por una tesis titulada De las personas que todavía permanece inédita. Publica en La Montaña, diario socialista dirigido por Leopoldo Lugones y José Ingenieros. En 1898 recibe su diploma de abogado. Al año siguiente se casa con Elena de Obieta, con quien tendrá cuatro hijos. Publica en 1904 algunos poemas en la revista Martín Fierro (que no hay que confundir con revista vanguardista del mismo nombre publicada durante los años 20 y en la que tendrá un papel muy activo). En 1910 obtiene el cargo de Fiscal en el Juzgado Letrado de la ciudad de Posadas, en la provincia de Misiones, que desempeña durante algunos años. En 1920 muere su esposa. Los hijos quedan al cuidado de abuelos y tías. Abandona la profesión de abogado. Cuando Jorge Luis Borges vuelve de Europa en 1921 redescubre a Macedonio, con quien comienza una prolongada amistad. Borges, hacia 1960, dicta -ya ciego- un breve y sustancioso prólogo para una antología de Macedonio. Allí se nos dice que ninguna persona lo impresionó tanto como él. Hombre que no se cansaba de ocultar, antes que mostrar, su inteligencia proverbial. Macedonio prefería el tono de consulta modesta antes que el dictamen pontificador. Su tono habitual era el del ánimo perplejo. Lo caracterizaba la veneración de Cervantes, una cierta divinidad, para él. Detestaba todo aparato erudito, que entendía como una manera de eludir el pensamiento personal. De esta manera su actividad mental era incesante. Vivía desinteresado de las críticas ajenas, de confirmaciones o refutaciones exteriores. Con desparpajo y no cuestionada generosidad, atribuía su propia inteligencia a todos los hombres. Poseía la veneración supersticiosa de todo lo argentino. Y ejecutaba, en grado eminente, el arte de la soledad, y de la inacción. Sin hacer absolutamente nada, era capaz de permanecer solo, por horas. Pensar -no escribir- era su devota tarea. Aunque también solía, en la soledad de su pieza, o en la turbulencia de un café, abarrotar cuartillas en caligrafía minuciosa. Empero, no le asignaba valor a su palabra escrita. Dos temores lo atravesaban: el del dolor y el de la muerte. Borges conjetura que para eludir este último postuló la metafísica inexistencia del yo. En lo que concierne a la literatura, le importaba menos que el pensamiento y la publicación le era más indiferente que la literatura. Así, su vocación fundamental era la contemplativa y la persecución del desciframiento del misterio filosófico del universo. En 1928 se edita No toda es vigilia la de los ojos abiertos, a instancias de Raúl Scalabrini Ortiz y Leopoldo Marechal. Publica al año siguiente Papeles de Recienvenido. Durante este período, se preocupa por crear expectativas respecto a la posible aparición de la novela Museo de la Novela de la Eterna. En 1938 publica "Novela de Eterna" y la Niña del dolor, la "Dulce-persona" de un amor que no fue sabido, anticipación de Museo de la Novela de la Eterna. Tres años más tarde publica en Chile Una novela que comienza. En 1944 se publica una nueva edición de Papeles de Recienvenido. En 1947, Macedonio se instala en la casa de su hijo Adolfo, donde residirá hasta su muerte. Obras * No toda es vigilia la de los ojos abiertos. Buenos Aires, Manuel Gleizer, 1928. * Papeles de Recienvenido. Buenos Aires, Cuadernos del Plata, 1929. * Una novela que comienza. Prólogo de Luis Alberto Sánchez. Santiago de Chile, Ercilla, c. 1940, port. 1941. * Poemas. Prólogo de Natalicio González. México, Guarania, 1953. * Museo de la Novela de la Eterna. Advertencia de Adolfo de Obieta. Buenos Aires, CEAL, 1967. * Museo de la novela eterna / Macedonio Fernández; edición de Fernando Rodríguez Lafuente. Cátedra, 1995. * No toda es vigilia la de los ojos abiertos y otros escritos. Advertencia de Adolfo de Obieta. Buenos Aires, CEAL, 1967. * Cuadernos de todo y nada. Buenos Aires, Corregidor, 1972. 2a. ed. 1990. * Teorías. Ordenación y notas de Adolfo de Obieta. Buenos Aires, Corregidor, 1974 (Obras completas, vol. III). * Adriana Buenos Aires; última novela mala. Ordenación y notas de Adolfo de Obieta. Buenos Aires, Corregidor, 1975. (Obras completas, vol V). * Museo de la Novela de la Eterna; primera novela buena. Ordenación y notas de Adolfo de Obieta. Buenos Aires, Corregidor, 1975. (Obras completas, vol VI). * Epistolario. Ordenación y notas de Alicia Borinsky. Buenos Aires, Corregidor, 1976. (Obras completas, vol. II). Referencias wikipedia - http://es.wiukipedia.org/wiki/Macedonio_Fernández

Leopoldo Marechal

Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 11 de junio de 1900 - 26 de junio de 1970) fue un poeta, dramaturgo, novelista y ensayista argentino. Durante su niñez, todos los veranos viajaba a Maipú, en donde los amigos del lugar lo apodaron "Buenosaires" debido a su forma de hablar culturalmente rica. Fue bibliotecario, maestro, profesor de enseñanza secundaria y en la década del 20 formó parte de la generación que se nucleó alrededor de la revista Martín Fierro. En la primera etapa de su vida literaria prevaleció la poesía. Publicó Los aguiluchos (1922) y Días como flechas (1926), inclinándose hacia el vanguardismo, pero en sus Odas para el hombre y la mujer (1929), afirma su voz propia y el equilibrio entre la novedad y lo clásico, libro con el que obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía. En 1926 viajó por primera vez a Europa, donde trabó amistad con importantes intelectuales y pintores como Picasso, Héctor Basaldúa y Antonio Berni. En 1929, nuevamente en París, se estableció en Montparnasse y frecuentó a Aquiles Badi, Alfredo Bigatti, Horacio Butler, Juan del Prete, Raquel Forner, Víctor Pissarro y al escultor José Fioravanti, quien luego esculpiría el busto del poeta en bronce. Fue durante esta experiencia en París que Marechal escribió los capítulos iniciales de Adán Buenosayres, que publicaría recién en 1948 luego de muchos años de elaboración. El poeta se casó con María Zoraida Barreiro el 8 de enero de 1934, con quien tuvo dos hijas, María de los Ángeles y María Magdalena. La esposa del poeta falleció en 1947. En 1940 obtuvo la más alta distinción que otorga su país, el Primer Premio Nacional de Poesía, con sus libros de poesía Sonetos a Sophia y El centauro. La publicación de Adán Buenosayres en 1948, exceptuando el comentario elogioso de Julio Cortázar y algunas otras voces entusiastas, como las de los poetas Rafael Squirru y Fernando Demaría, a quienes dedicaría respectivamente la Alegropeya y la Poética de su Heptamerón, pasó en principio completamente inadvertida. Las cuestiones políticas no fueron ajenas a los motivos, considerando la abierta simpatía del escritor hacia el peronismo, en cuyo gobierno siguió trabajando en el campo de la educación y de la cultura. En Adán Buenosayres, el periplo simbólico que emprende el poeta Adán, protagonista, tres días antes de su muerte por la geografía urbana y arrabalera de un Buenos Aires metafísico, retratando en el camino a algunos reconocibles personajes de la literatura de entonces y tocando registros que van del humor a la epopeya con un lenguaje eximio y por momentos deslumbrante, calaría hondo en la sensibilidad argentina de las siguientes generaciones de escritores. Marechal, por su parte, declaraba: «Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear sucedáneos de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el sucedáneo legítimo de la antigua epopeya. Con tal intención escribí Adán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico.» Como en Ulises de James Joyce, las claves pueden rastrearse hasta La Odisea de Homero y la doctrina judeocristiana (Marechal era un católico convencido), pero el séptimo libro, último y probablemente el más brillante de la novela, el «Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia», es ni más ni menos que una parodia del Infierno de La Divina Comedia de Dante Alighieri. A diferencia de otros grandes contemporáneos, como Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez, Julio Cortázar, Ernesto Sábato la fama de Marechal no ha brillado como debiera en el exterior, con la excepción de Cuba, donde el poeta viajó en 1967 invitado por el gobierno cubano para ser jurado del premio anual de literatura que otorga la Casa de las Américas. En la Argentina misma, su obra fue relegada al olvido durante décadas, debido a ciertas enemistades gestadas por algunos compañeros de su generación, por haberse destacado en cargos oficiales -a los que llegó antes del peronismo- y donde permaneció hasta 1955. Sin embargo su Adán Buenosayres (1948) está considerada por muchos como la novela fundamental de la literatura argentina. En 1951 se estrenó la obra teatral Antígona Vélez (basada en la Antígona de Sófocles). Por esa pieza teatral recibe el Primer Premio Nacional de Teatro. Escribió dos novelas más: El banquete de Severo Arcángelo (1965) y Megafón, o la Guerra (1970). Esta última estaba en la imprenta cuando Marechal falleció en 1970. Las hijas del poeta crearon la Fundación Leopoldo Marechal que tiene como objetivo preservar y difundir la obra de los autores de la generación martinfierrista. El apellido Marechal es acentuado en la e pero el escritor dejó de usarlo hacia la década del 30. Puede verse claramente este tema en las dedicatorias de sus primeros libros. Cabe recordar que su abuelo Marechal era francés. Poesía * Los Aguiluchos (1922) * Días como flechas (1926) * Odas para el hombre y la mujer (1929)(Primer Premio Municipal de Poesía) * Laberinto de amor (1936) (Tercer Premio Nacional de Poesía) * Cinco poemas australes (1937) (Tercer Premio Nacional de Poesía) * El centauro (1940) (Primer Premio Nacional de Poesía) * Sonetos a Sophía (1940) (Primer Premio Nacional de Poesía) * Canto de San Martín o Cantata Sanmartiniana (estrenada en 1950, en el Cerro de la Gloria, * Mendoza, Argentina) * Heptamerón (1966) * El poema de Robot (1966) * Poema de la Física (publicación póstuma). Obras conocidas * Antígona Vélez (estrenada en 1951 y de vigencia permanente en las carteleras teatrales argentinas. Primer Premio Nacional de Teatro) * Las tres caras de Venus (estrenada en 1952; la última representación fue en el 2005, en el Teatro Nacional Cervantes) * La batalla de José Luna (estrenada en 1967 bajo la dirección de Jorge Petraglia, reestrenada en Río Cuarto y en la ciudad de Córdoba con dirección y puesta teatral de Malena Marechal, 1983) * Don Juan (publicación póstuma, 1983) * Antígona Vélez y Don Juan se han convertido, además, en óperas. En ambos casos, el libreto operístico es obra del poeta Javier Collazo. La música es creación del compositor Juan Carlos Zorzi. Ambas piezas se estrenaron, con gran éxito de crítica y público, en el famoso Teatro Colón (años 1991 y 1998 respectivamente) Hay una decena de obras de teatro inéditas recuperadas por sus hijas el 30 de septiembre de 2008. Novelas * Adán Buenosayres (1948) * El banquete de Severo Arcángelo (1965) * Megafón, o la guerra (1970)(El libro estaba en prensa al fallecer su creador). Algunos Ensayos * Historia de la calle Corrientes (1937) * Descenso y Ascenso del Alma por La Belleza (1939) * Cuaderno de navegación (1966) Cuentos * El rey Vinagre (1926) * El Niño Dios (1939) * Narración con espía obligado (1966) * El hipogrifo (1968) * El beatle final (1968) * Autobiografía de Sátiro (publicación póstuma, 1971) Obras Traducidas * Adán Buenosayres Grasset,Paris,Unesco 1995, traducción al francés de Patrice Toulat. * Adán Buenosayres Vallecchi, Florencia 2010, edición a cargo de Claudio Ongaro *Haelterman; traducción al italiano de Nicola Jacchia. * Il banchetto di Severo Arcangelo. Introduzione e traduzione dallo spagnolo di Lucio *D’Arcangelo. Milano: Rusconi, Prima edizione, luglio, 1976. * Il banchetto di Severo Arcangelo. Traduzione di Lucio D’Arcangelo. Milano: *Zanzibar,Prima edizione, febraio 1995, 318 p. * Le Banquet de Severo Arcángelo. Traducido al francés por Anny Amberni. París,Gallimard, 1993, 361 p. * Adán Buenosayres Vallecchi, Florencia 2010, edición a cargo de Claudio Ongaro * Haelterman; traducción al italiano de Nicola Jacchia. Algunos libros sobre Leopoldo Marechal * Squirru, Rafael, Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1961. * Coulson, Graciela, Marechal, la pasión metafísica, Ediciones García Cambeiro, Buenos Aires, 1973, 190 p. * de Navascués, Javier, Adán Buenosayres: una novela total. Estudio narratológico, Pamplona, EUNSA (Universidad de Navarra), 1992, 296 p. * Kröpfl Ulrike, Leopoldo Marechal oder die Rückkehr der Geschichte, Vervuert Verlag. Frankfurt am Main, 1995, 409 p. * Kröpfl, Ulrike, Cahiers d´Histoire des Littératures Romanes Romanistische Zeitschrift für Literaturgeschichte, Universitätsverlag C. Winter Heidelberg, 21. Jahrgang, 1997, Sonderdruck, pp. 393-415. * Cheadle, Norman, The Ironic Apocalypse in the Novels of Leopoldo Marechal, Colección *Támesis. Serie A, Monografías 183. Londres: Támesis Books, 2000. * Podeur, Jean-François, Don Juan, de Leopoldo Marechal: du Mythe à l´allégorie du salut, Theatres du Monde, Université d´Avignon, Institut de Recherches Internationales sur les Arts du Spectacle, Faculté des Lettres et des Sciences Humaines, Cahier Nº 3, 1993. * Lojo de Beuter, María Rosa, La mujer simbólica en la narrativa de Leopoldo Marechal, *Ensayos de crítica literaria. Año 1983. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1983. * Sierra, Ernesto. La doble aventura de Adán Buenosayres. Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba: Editorial Letras Cubanas, 1996, 58 p Refefrencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Marechal

Baldomero Fernández Moreno

Baldomero Fernández Moreno (San Telmo, Buenos Aires, Argentina, 1886 − 1950) fue un poeta argentino y médico rural. Su poesía, universal y hondamente nacional al mismo tiempo, ha inmortalizado la estética de los barrios porteños y la cálida placidez de las provincias y sus características rurales. Su soneto más recordado es «Setenta balcones y ninguna flor». Cabe mencionar también «Una estrella», «El poeta y la calle» y «La vaca muerta», o sus libros de poemas Versos de Negrita, Intermedio provinciano y Ciudad. Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno nació el 15 de noviembre en Buenos Aires, Argentina, en 1886. Primero de cinco hermanos. Hijo de padres españoles, vivió unos años en España, donde estudió humanidades.nota 1 En 1899 regresó a la Argentina. Cursó estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Inició un lento aprendizaje literario, a la vez que avanzó y concluyó sus estudios de medicina en 1912, profesión que ejerció como médico rural en Chascomús y en Catriló hasta 1924, a la vez que desarrolló su vocación poética. Fue colaborador en periódicos y revistas, obtuvo un premio nacional y otro municipal de poesía, y fue miembro de la Academia Argentina de Letras. Fernández Moreno dio su propia versión de una poesía ciudadana y porteña; con su primer libro, Las iniciales del misal (1915), obra ya madura, señaló un alejamiento de las características más ostentosas del modernismo a favor de una lírica llana, realista, sin patetismo ni deleite metafórico, lo que se denominó sencillismo. Éste, logrado por la disciplina que se impuso, le dio un curioso aire clásico en la forma, y de modernidad en la inquietud espiritual que transmitía su contenido. El sencillismo no puede ser entendido como un movimiento literario en el sentido tradicional del término, aun cuando otros escritores, como Alfredo Bufano, Pedro Herreros y Miguel Camino, hayan seguido y profundizado esta tendencia poética. En líneas generales, el sencillismo es una forma de observar y apreciar la realidad en las cosas cotidianas y sencillas, sustrayéndolas al intento de profundizar en aspectos abstractos y utilizando un lenguaje sin florilegios eruditos. La crítica literaria ha destacado el hallazgo por parte de Fernández Moreno de un camino auténtico y propio dentro de la poesía argentina, con una inflexión singular y espontánea. Falleció el 7 de junio de 1950 en Buenos Aires, su ciudad natal, con 64 años y por un derrame cerebral. La casa donde vivió, al sur del barrio Flores ubicada en la calle Francisco Bilbao 2390, aún se conserva, y una placa de bronce en el frente recuerda que allí vivió el poeta. También se ha bautizado con su nombre a una calle de esa zona de la ciudad. Obra Intermedio provinciano (1916) Ciudad (1917) Por el amor y por ella (1918) Campo argentino (1919) Versos de Negrita (1920) Nuevos poemas (1921) Canto de amor, de luz y de agua (1922) Mil novecientos veintidós (1922) El hogar en el campo (1923) Aldea española (1925) El hijo (1926) Décimas (1928) Último cofre de Negrita (1929) Sonetos (1929) Cuadernillos de verano (1931) Dos poemas (1935) Seguidillas (1936) Romances (1936) Continuación (1938) Yo, médico; yo, catedrático (1941) Buenos Aires: ciudad, pueblo, campo (1941) Tres poemas de amor (1941) Sonetos cristianos (1942) San José de Flores (1943) La mariposa y la viga (1947) Características Sus versos son cuidados y sencillos, con toques de pintura excepcional sobre los temas que trata. Llega al lector con la fuerza de las cosas simples, pero hondas.Tenía un especial cuidado de la palabra, una lírica permanentemente emotiva. Supo revelar lo fundamental de aquello que lo rodeaba, buscando el elemento poético que se esconde en ello. No hacía distinción entre una realidad poética y otra que no lo fuera. Siempre consideró que si el hombre se permite ser poeta, todo lo que mira puede transmutarlo en poesía. Consideraba que podía ser poesía tanto una mata de hierba como una vereda en la ciudad o en el campo, un molino, o las vísceras del cuerpo humano. Autores seguidores de su obra Tanto Jorge Luis Borges como Ezequiel Martínez Estrada han examinado la mirada poética de Baldomero para captar la realidad urbana o rural. Según Borges, Buenos Aires fue «vista para siempre» en algunos de sus versos. Examinó al autor citando este breve poema: Ocre y abierto en huellas, el camino separa opacamente los sembrados. Lejos, la margarita de un molino. que por su paradigmática y mágica sencillez, nos descubre la provincia y la pampa en breves trazos. Ezequiel Estrada, autor de Radiografía de la pampa, dedicó páginas al poeta, en las cuales lo señala como «el primer autor que en nuestro medio focaliza en el centro de su obra, sin preocuparse del mundo literario que lo circunda». Fernández Moreno —expresa— es al mismo tiempo el poeta de Buenos Aires y el de nuestros campos y pueblos. Leopoldo Lugones también se mostró admirador de su obra. Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Baldomero_Fern%C3%A1ndez_Moreno

Horacio Pilar

Horacio Pilar fue un poeta nacido en Buenos Aires, la Argentina, en 1935, y fallecido en la misma ciudad en 1999. Fue uno de los fundadores de la J.U.P. (Juventud Universitaria Peronista). Por su libro “Amor y conocimiento”, en 1965 compartió el Premio del Fondo Nacional de las Artes con María Elena Walsh y Alejandra Pizarnik, hallándose preso debido a su militancia política. También conoció el exilio (en Brasil). Retornó a su país en 1988. Compuso letras de canciones con el guitarrista Juan Falú. En 2000 la editorial Atuel (Buenos Aires) editó su “Poesía completa” (constituida por “Poemas” de 1959, “Amor y conocimiento” e “Igual atacaría x 3”, más algunos textos incluidos en una publicación colectiva titulada “Cinco poetas”). El volumen, de 272 páginas, cuenta con una presentación de Jorge Quiroga y con un epílogo de Raúl Santana, ambos poetas argentinos que fueran amigos de Pilar. En mayo y junio de 2003 se realizó en el Centro Cultural “Raíces” de la ciudad de Buenos Aires, con la coordinación de Rolando Revagliatti, el Ciclo de Poesía “Horacio Pilar”. Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Pilar Horacio Pilar: La caza del arabesco por Raúl Santana Hay algo que si en un comienzo me dio mucha rabia, con el correr de los días y los meses se transformó en serena alegría: me refiero al silencio que casi todos los medios mantuvieron, primero con la aparición de Igual atacaría x 3. último libro de Horacio Pilar, y segundo con su muerte. Salvo la contratapa que le dedicó Antonio Dal Masetto en Página 12, no tenemos noticia de ninguna otra mención. Al principio me indigné y hasta llegué a pensar en una confabulación: después fui cayendo en la cuenta de que al fin Pilar nunca hizo nada por su poesía (salvo crearla) y mucho menos moverse en esos medios donde proliferan las pequeñas o grandes famas poéticas: esos medios donde la poesía pareciera surgir de recetas que imponen los diversos diccionarios poéticos de moda, estableciendo las dosis de imágenes, metáforas y también su sintaxis para alcanzar esa especie de escritura que pone con claridad en la página: la falta de imaginación, inspiración y creación en palabras discretas, acertadas y sin mayores alternativas; digamos una poesía razonable. Era natural que un poeta de la talla de Horacio Pilar, intenso, desprolijo, abierto, sin tics, fuera inaudible para todo ese mundillo de los medios que arribó, por ejemplo, a esas "extraordinarias" periodizaciones que hablan de los 60, los 70, los 80 y los 90; periodizaciones ridículas que nada aclaran sobre la vida de la poesía, pero le dan a un vasto público algo así como un fixture del curso de la creación. La poesía de Pilar llega en diciembre, cuando tenía que llegar en junio, anuncia en octubre lo que fue de enero, pero canta, "como cantó Tirteo", para aquellos que —como escribió su gran amigo Federico Gorbea— (lo parafraseó) "velan, y no dejan perseguir sus oídos con un eco". Ellos no advierten el paso de los días, los meses y los años, cuando leen y gozan a los grandes poetas que siempre están convocando esa dimensión existencial —que aborda toda poesía que se tenga por tal—, para abrir ese interrogante que es una posible ecuación: ¿poesía y eternidad? En un poema de Pilar lamentablemente perdido, pero del que mi memoria guardó algunos fragmentos, dice el poeta: "La m suelta la o hasta el final del muerto / y hay por fin una cuenta parecida a la unidad del cero / después de una aventura numerosa. Y ese humito". Aquí vida es lo que acontece en la propia palabra entre la m y la o, esa o que también es el cero después de una aventura numerosa: y el humito (tan macedoniano) es porque a ese poema perdido Pilar lo había titulado "Elogio del suicida" y termina con unos versos que configuran todo un programa: "Lo que has hecho será llamado poesía por los que saben que las palabras libres atraviesan el corazón de los hombres y nos lavan con la mirada de los muertos". Vivos y muertos se entrelazan cuando las palabras se vuelven libres de esa temporalidad que asedia a nuestro tiempo. Cuando apareció Igual atacaría x 3 y tuve el honor de presentarlo, recuerdo haber dicho que me atravesaba una inquietud muy particular: es tanto lo vivido y compartido con Pilar que tanta sobreabundancia de motivos hacen —como habría dicho Pascal— otro infinito inabordable. Vienen a mi mente escenas, discusiones, locuras, invenciones, aquí y en el Brasil donde pasamos juntos una temporada y donde nuestra vida tuvo siempre un solo bajo continuo: la poesía. Otro motivo de inquietud es que se supone que una presentación nos anticipa o nos aclara algo del objeto tratado pero... ¿Qué pasa cuando el objeto es tan intraducibie que yo mismo lo llevo en la memoria como un goce que nada me da que yo pueda explicar? ¿Mi sabor o el de cualquiera sirve para desentrañar esta madeja que a cada rato configura su propia topología? Me apresuro a decir que no; en estas lides siempre circulamos por los bordes; entre la naturaleza y la cultura, crece el poema como esa singularidad irreductible que J. Derrida, acertadamente, comparó al erizo, ese bicho que defiende con sus propios pinchos su cuerpo y su intimidad. En cierto modo y de acuerdo con lo dicho, todo poema conllevaría un "igual atacaría" porque, aun sin deliberación, siempre constituye un ataque a esas pluralizaciones que hacen de la lengua una cárcel y entrecortan la mente y la respiración de los hombres con esa ilusoria claridad que, al menos por un rato, nos hace olvidar la opacidad de todo destino, Ante la Obra completa de Horacio Pilar, sólo podrían estallar algunos motivos de deslumbramiento en estos poemas que instauran su propia lógica y sus propios espesores semánticos, negándose a ser despojada de su cuerpo y de su resonancia: o todo o nada. En los poemas "Papa" y "Semántica", para citar sólo dos ejemplos de los endemoniados juegos que hace el poeta entre el afuera y el adentro del poema, estableciendo una extraordinaria tensión, nos dice en el primero: "He visto los tubérculos de la papa poseídos de un sudor penoso tornarse negros y tibios sobre la tabla de aquel galpón..." para concluir después de otra estrofa intermedia: "Los he visto ahora a través de breves años de memoria y he decidido enterrarlos aquí en este poema/ no por piedad". ¿Qué son estas papas que persisten en la memoria y de súbito son enterradas en el poema? En el segundo ejemplo, un poema dedicado al colibrí, concluye: "La puertita de esta poesía debe quedar abierta pues estos pajaritos no soportan el cautiverio y la palabra puertita debe quedar abierta y por lo menos un ojo tuyo debe quedar abierto porque en ojos cerrados no entran colibríes. Conclusión: / sólo Dios en la Virgen y una sola semántica". Aquí el poema se hace jaula y con qué velocidad y con qué gracia hace cortes inesperados adentro de la lengua. Estas modulaciones, tan frecuentes en la barroca alquimia de Pilar, estas dicciones dichosas y exultantes, más que juegos, son algunos de los sistemas de transformación que hace de sus poemas, verdaderas máquinas irreductibles que lanzan destellos a derecha y a izquierda brillando con una luz pareja. Así como hay poetas que nos enfrentan, monocordes, a una idéntica disposición de garganta, Pilar nos propone una multiplicidad de disposiciones como si lo presionaran de abajo, de arriba, o de ambos costados, haciendo de su voz una extensa polifonía que no se priva de nada abordando desde la semántica hasta un intimismo de música de cámara (como en los poemas Exilio I, II, III, IV). Pero ya ven, me encuentro pecando de lo que advertí y ya estoy tratando de explicar lo que llevo en el corazón que, como dijo G. Deleuze: "Es el órgano amoroso de la repetición". ¿Qué hace mi cabeza —órgano de los intercambios— atisbando abordando mi corazón? ¿Podrá pasar algo de un órgano a otro? Hace muchos años, en 1960, Pilar escribió un poema que puede ser una respuesta para este dilema: "La víbora su elástico puñal está caída está abajo del mundo a la altura del pozo enroscada en su peso con su hechura de rama sin brote de árbol desesperado que se come los pájaros por el sabor del cielo". Tratando de desentrañar al poema, a la cabeza le pasa como a la víbora de Pilar: sólo se come los pájaros pero el sabor del cielo exige otra boca, otro paladar. El 15 de febrero de 1999, un mes antes de cumplir los 64 años, Pilar, que había estado toda su vida tocado por la gracia, nos sometió a la gravedad de su muerte. Entre los amigos el anecdotario de su paso es inacabable, y siempre aparece Pilar conjugando esos elementos imponderables, que en su boca se combinaban como relámpagos e hicieron de cada momento de su existencia, aun en el dolor, instantes de bondad, belleza y poesía. Queda una obra poética llena de sobresaltos como su propia vida pero, tal como creo que él hubiera querido, abierta y trabajando hacia el porvenir. Cuando éramos jóvenes y andábamos día y noche por las calles y los cafés de esta ciudad que Pilar tanto amaba, entre las locuras que hacíamos, hubo un juego que retorna a mi mente con mucha fuerza: se trataba de la caza del arabesco. Horacio se quedaba mirando al vacío, acechante, y de pronto gritaba ¡un arabesco! extendía su mano hacia la nada delicadamente, lo tomaba (preferentemente por alguna punta) y comenzaba a hacer movimientos como si el arabesco se resistiera. Luego explicaba con toda seriedad que había arabescos rectos, curvos, y que los más difíciles de cazar eran los que combinaban las dos formas; decía que están en todas partes y que hay que prestar mucha atención porque son invisibles y exigen una gran concentración. Recuerdo el sobresalto de una señora que viajaba tranquilamente en el tren cuando Horacio, luego de advertirle, cazó un arabesco en frente mismo de su cara. Ese juego inocente de muchachos irreverentes volvió a mi mente con mucha fuerza, cuando comprendí que esos arabescos que están en todas partes y son invisibles, pues bien, son la poesía. Buenos Aires Agosto de 1999 Referencias nodo50.org/exilioargentino/2004/2004_Marzo2quincena/horacio_pilar.htm

Ulyses Petit de Murat

Ulyses Petit de Murat (Buenos Aires, Argentina, 28 de enero de 1907 – ibídem, 19 de agosto de 1983) fue un poeta, periodista, dramaturgo y escritor argentino. Era hijo de Ulises Petit de Murat y de Fedra Regúnaga y su verdadero nombre era Ulises pero cuando comenzó a escribir lo transformó en Ulyses para, según escribió, obviar agregar a su ya largo nombre la palabra hijo a fin de diferenciarse de su padre. Es el autor que escribió el mayor número de guiones para películas del cine argentino. Inicios Petit de Murat cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, e inició los de abogacía, que interrumpió para dedicarse a la literatura y al periodismo. Después de colaborar asiduamente en las publicaciones de Buenos Aires, La Nación, El Hogar, El Sol y las principales revistas de vanguardia, ingresó al diario Crítica. Estuvo al frente de la página de música, en la cual hizo las primeras notas sobre el jazz y luego codirigió con Jorge Luis Borges el suplemento literario ideado por el diario para competir con sus similares de La Nación y La Prensa. Labor literaria En 1926 la revista Martín Fierro publicó por primera vez su poesía. Luego siguió la publicación de Conmemoraciones (1929), Rostros (1931), Las Islas por el que Petit de Murat en 1935 obtuvo el Premio Municipal de Poesía que otorgaba la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y Marea de lágrimas (1937). Participó del grupo literario Martín Fierro, movimiento literario de vanguardia que integraban Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Eduardo Mallea y otras figuras destacadas de la literatura argentina. Petit de Murat desarrolló en verso libre los temas del amor, la muerte y el misterio pero siempre a través de hechos biográficos que consideraba "esenciales y nada abstractos".2 Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo incluyeron su poema Espléndida marca de las lágrimas entre las 5 mejores de la literatura argentina al publicar una antología de poesía contemporánea. Estuvo dos años internado con tuberculosis en un sanatorio de Ascochinga, provincia de Córdoba (Argentina) y con esa experiencia escribió la novela El balcón hacia la muerte por la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura para el trienio 1942-43-44. Traducciones Tradujo del inglés Donde la cruz está hecha de Eugene O'Neill en colaboración con Jorge Luis Borges, Los procesos contra Oscar Wilde y El amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence, esta última la primera traducción de esa obra al español. También hizo la traducción del francés de Las flores del mal, de Baudelaire. Su labor para el teatro Escribió las obras teatrales La novia de arena (en 1945 en colaboración con Homero Manzi), Yrigoyen (en colaboración con César Tiempo) y Un espejo para la santa (en colaboración con Tulio Demichelli). La novia de arena narra el drama de Elisa Brown, la hija del Almirante Guillermo Brown, que se suicidó ante la muerte de su novio en un combate naval. La obra se estrenó el 7 de marzo de 1945 con la actuación de Delia Garcés y Orestes Caviglia en los papeles principales, secundados por un elenco de actores de primera línea como Enrique Diosdado, Milagros de la Vega, Margarita Corona, Alita Román y Domingo Sapelli y fue muy bien recibida por los críticos. Su vinculación con el tango En el marco del proyecto de Ben Molar 16 para el tango escribió la letra del tango "Bailate un tango, Ricardo" al que puso música el compositor Juan D'Arienzo. La letra se refiere a un episodio mítico de la historia del tango protagonizado por Ricardo Güiraldes en París. Se trata de la recepción de este nuevo baile por los sectores altos de la sociedad parisina con los cuales estaban vinculados los jóvenes pudientes argentinos que viajaban a esa ciudad. También escribió la milonga Yo soy Graciela oscura, con música de Astor Piazzolla, para la película Extraña ternura, de 1964. En esa película Egle Martin canta otros temas y toda la banda de sonido, compuesta por Piazzolla, Lucio Milena y Petit de Murat. Su relación con el cine En 1932 pasó a la sección de cine de Crítica, en cuya jefatura reemplazó a Arturo S. Mom y en 1939 escribe su primer guion cinematográfico para la película Prisioneros de la tierra, adaptación de cuatro cuentos de Horacio Quiroga, realizada en colaboración con un hijo de este, llamado Darío Quiroga al que siguió en 1940 el de Con el dedo en el gatillo, en colaboración con Homero Manzi. En noviembre de 1941 fue miembro fundador e integrante de la primera comisión directiva de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina. Durante cuarenta años continuó su labor y se convirtió en el más prolífico guionista argentino hasta la fecha (2008) con más de sesenta obras. Entre esos guiones se destacan los de Todo un hombre, La Guerra Gaucha y Su mejor alumno, escritos en colaboración con Homero Manzi. Actividad en el exilio Entre 1951 y 1958 estuvo exiliado en México por razones políticas.4 y allí escribió más de cuarenta guiones de películas para el cine mexicano, una para España y una para Brasil y dos novelas que se publicaron simultáneamente en Argentina y México. También estrenó en la ciudad de México una versión de Edipo Rey de Sófocles. Entre los argumentos escritos en México, se destacan La entrega, que fue filmado con la actuación de Arturo de Córdova y Marga López, y Manicomio con un grupo de artistas jóvenes, que fue la primera película filmada sobre el rock and roll, con un enorme éxito de taquilla. Tuvo, en radio Universidad, dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México, un espacio de una hora y quince minutos de duración, dedicado a la difusión de la literatura argentina. Regreso al país El 29 de mayo de 1958 el International Institute of Arts and Letters de Estados Unidos lo incorporó como miembro de dicha Institución, por sus méritos literarios. Fue jurado en festivales de cine internacionales, tales como el decimotercer Festival Internacional de Cannes (1960), en el que integró el jurado de las películas de largometraje con figuras de la importancia de Georges Simenon y Arthur Miller. Fue también Presidente del Gran Jurado del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 1959. En 1969 fue elegido presidente de la SADE, Sociedad Argentina de Escritores. Ese mismo año obtuvo junto con Mario Soffici, el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, por su labor en la cinematografía nacional. A partir de 1968 hizo los guiones de varias películas de tema histórico que dirigiría Leopoldo Torre Nilsson: Martín Fierro (1968), El santo de la espada (1970) y Güemes (1971) protagonizadas por Alfredo Alcón. Escribió los ensayos Sixto Pondal Ríos, Genio y Figura de Benito Lynch y Carta abierta a los jóvenes del año 2000 (1970), así como el libro de memorias La noche de mi ciudad. Fue también durante varios periodos, Secretario General de la Sociedad General de Autores de la Argentina ARGENTORES, Presidente del Jurado de los premios KONEX y Jurado del programa televisivo Odol pregunta. En 1979, fue invitado por la Radio y Televisión Española para un ciclo de reportajes a los más importantes escritores sudamericanos, junto a Borges, Mujica Láinez, Ernesto Sabato, etc. En 1980, era el guionista vivo con más guiones filmados, en el mundo. Falleció el 19 de agosto de 1983 de un infarto de miocardio y hasta pocas horas antes había estado trabajando en el Fondo Nacional de las Artes del que era Presidente. Dejó esposa, dos hijos y cinco nietos —entre los cuales se encuentra la novelista Claudia Petit de Murat— además de numerosos bisnietos. Fue considerado como “El poeta de los versos patéticos” por Jorge Luis Borges y de él dijo Gabriela Mistral: “Petit de Murat desnuda el hueso de la muerte”. Al despedir sus restos Dardo Cúneo, Presidente de la SADE, expresó "El Dios de tu poesía te aguarda con las puertas abiertas". En una entrevista periodística siendo Presidente de la SADE, se definió a sí mismo como poeta al afirmar que “el único y real goce creador lo obtengo al crear una línea de poema”. Referencias Wikipedia—es.wikipedia.org/wiki/Ulyses_Petit_de_Murat

Francisco López Merino

Francisco López Merino –Panchito– (La Plata, 6 de junio de 1904-ibídem, 22 de mayo de 1928), fue un poeta argentino. A los dieciséis años publicó Horas de amor con nueve poemas en forma de folleto que luego fuera autocensurado. En 1921 escribió Fragmentos de un libro inconcluso, colección inédita de poemas dividida en tres secciones: "El espejo de mi interior", "Del eterno femenino" y "Cantos". El poema "El alma se me llena de estrellas..." de esta colección fue incluido en 1923 en el libro Tono Menor. En 1925 publicó su último libro, Las tardes. Publicó sus poesías en diarios y revistas del país, entre otros, en el diario El Cronista de la ciudad de Chascomús, y en La Plata en los periódicos El Día y El Argentino y la revista Crónica Social. Los diarios más significativos del país (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, El Día y El Argentino) elogiaron los méritos literarios del joven escritor. Formó parte del «Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes» junto a (entre otros) Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Sixto Pondal Ríos y Jorge Luis Borges, quien era su presidente. Escribió dos notas bibliográficas para la revista Valoraciones, editada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP): la primera en 1923, que se refiere al libro de poesías de Cayetano Córdova Iturburu (1899-1977) El árbol, el pájaro y la fuente, y la segunda en 1927, que se ocupa del libro de poesías de Ricardo Molinari (1898-1996) El Imaginero. El 22 de mayo de 1928 el escritor, que en ese momento tenía 23 años, decidió poner fin a su vida suicidándose con un arma de fuego sin saberse las causas exactas de su muerte. Jorge Luis Borges, quien formaba parte del grupo de escritores con quienes se relacionaba, escribió una elegía para el autor: A Francisco López Merino, publicada cinco meses después de su fallecimiento.​ En 1969 Borges publicó el texto Mayo 20, 1928, incluido en el poemario Elogio de la sombra, en el que se refiere a la víspera del fatal desenlace. La Biblioteca Pública Municipal "Francisco López Merino" de La Plata funciona en el llamado «Palacio López Merino», un antiguo edificio de características románticas con influencias del modernismo, inaugurado en 1911, declarado patrimonio histórico de La Plata en 1985. En este edificio vivió su infancia el autor. Obras publicadas * Tono Menor (Poesía), publicación del autor, La Plata, 1923. * Las Tardes (Poesía), Editorial Latina, Buenos Aires, 1925. * Obras Completas, La Plata, Secretaría de Cultura de la provincia de Buenos Aires, 1931. Referencias Wikipedia – https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_López_Merino

María Dhialma

María Dhialma Tiberti (La Plata, Buenos Aires, 25 de octubre de 1928 - San Isidro, Buenos Aires, 16 de enero de 1987) escritora argentina. Nieta de Luis Tiberti, cursó estudios en la Escuela Normal Nacional Nº 1 Mary O. Graham y Letras e Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad local (Universidad Nacional de La Plata). Ha tenido a su cargo la colección Ediciones del Bosque, integrada con obras de otros conocidos autores provinciales, tales como Raúl Amaral, Horacio Ponce de León, Ana Emilia Lahitte[1], Roberto Themis Speroni y María de Villarino entre otros. Ha colaborado en diarios y revistas y fue miembro fundador, y vocal titular, en 1956, de la filial platense de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y de varias instituciones culturales y sociales. Hacia 1950, fue miembro de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y ejerció un especial patronato intelectual como madrina (benefactora) y socia honoraria de la Biblioteca Escolar Popular Domingo Faustino Sarmiento, de la Escuela Nacional Nº 85 de Coihuecó – Loucopé (Via Zapala) en la Neuquén. También fue miembro activo del Consejo Femenino de la Asociación Interamericana de Escritores. Como escritora, recibió numerosas menciones honoríficas y premios literarios, entre ellos el del Consejo del Escritor por el cuento Niña en la ventana, y otro por la novela Estimado señor Gris Heredera de la tradición literaria de Norah Lange, de tendencia ultramodernista, en los escritos de Tiberti predomina el elemento plástico y el movimiento de las imágenes regidas por el adjetivo siempre parco, como en su famoso poema Y la nostalgia. Algo de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez se encuentra a lo largo de muchos versos de la autora, pero también de Pablo Neruda y de Rainer Maria Rilke. Sin embargo, del romanticismo, la poesía de María Dhialma Tiberti no tiene sino lo más fino y delicado, lo más tenue y sutil, lo que de él ha sobrevivido en el modernismo (Helena Percas, 1958). En 1967, Ediciones de Cultura Hispánica, bajo la dirección de la académica (RAE) Carmen Conde, publica poemas de Tiberti en una antología titulada: Once grande poetisas américo-hispanas, junto a poemas de Delmira Agustini; Gabriela Mistral; Alfonsina Storni; Juana de Ibarbourou; Dulce María Loynaz; Clara Silva; Julia de Burgos; Amanda Berenguer; Ida Vitale; Dora Isella Rusell. El perfil cosmopolita y la brillante personalidad de la escritora, viajera infatigable en tierras europeas, en particular escandinavas, residente luego en Holanda por algunos años, atrae a grandes intelectuales de su tiempo. En efecto, durante más de una década, a partir de 1965, Tiberti reúne en su residencia de San Isidro, un grupo científico-literario, frecuentado por los escritores Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Josefina Passadori, Maria de Villarino, Nicolás Cócaro; y los científicos, W. Selman Eggebert, Plinio Rey, Adrian Aten, entre otros. Entre literatura y ciencia, disparidad de interéses armonizados y justificados dado que la escritora era casada con el reconocido científico, experto en energía nuclear, Dr Gregorio Baro, quien fuera director de la Comisión Nacional de Energía Atómica de la República Argentina.




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