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Estáis de Acuerdo.

Es más,
estáis de acuerdo con los asesinos,
con los jueces,
con los legajos turbios de los ministerios,
con esa bala que de pronto puede haceros morder el sabor de las piedras
o esas celdas oscuras de humedad y de oprobio
donde los cuerpos más útiles se refuerzan o mueren.
Estáis,
estáis de acuerdo,
aunque a veces algunos de vosotros pretendáis ignorarlo.
¿Qué son esos silencios,
esas caras de tempestad oculta,
reprimida,
cuando el mantel se abre ante vosotros lo mismo que un insulto,
igual que una limosna que nos ata a vuestro pobre pensamiento,
a vuestra bolsa despreciable siempre pendiente en vuestros ojos?
Estáis,
estaís de acuerdo.
No pretendáis negarlo.
Es inútil.
 
Hay que huir,
que desprenderse de ese tronco podrido,
de esa raíz comida de gusanos
y rodar a distancia de vosotros para poder haceros frente
y exterminaros confundiéndonos con los que hicieron vuestras fábricas,
labraron vuestras tierras,
agonizaron en vuestros dominios.
Porque es cierto que estáis,
que estáis todos de acuerdo con la muerte.
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