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Rilke

Las cosas supieron, más que los hombres,
de su mirada
a la que se abrían
para otra existencia.
El las acogía transformándolas
en lo que eran, devolviéndolas a su exactitud,
bañándolas en su propio oro,
pues ¿qué sabe de su  condición
lo que se entrega?
 
Piedras, flores, nubes
renacían
en otro silencio
para un distinto transcurrir.
 
Su  mirar
nunca se llegó a ellas con motivo.
Sólo sus ojos querían.
 
Ahora lo echan de menos,
las gentes pasan de prisa ¿hacia dónde?
 
Las cosas
quieren ser .

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