Ni línea, ni color, ni voz suave,
ni el mirar que fascina...
¡Tan sólo tu divina gracia
de sonreír que a cielo sabe!
Sonrisa –cielo–, quien te goza, apenas,
se da cautivo de tu fuerza ingrave
—ni línea, ni color, ni voz suave...—,
sin cárceles, sin guardas, sin cadenas...