Laberinto.
Vivo continuamente errante en el laberinto en el que estoy parada, con la mirada perdida, viendo todas las oportunidades sin salida, me ciega el resplandor el cual definirá mi suerte, y mi curiosa experiencia de estar destruida y muerta en vida, mi alma quiere beber un cristalino olvido, realmente quisiera que sea para siempre.
Mi cuerpo enterrado vivo, escuchando el eco que hiere hasta el infinito, estoy presa aquí, me oigo, me sigo, me busco en el liso muro del silencio.
Más no me encuentro, palpo, escucho, miro.
Laberinto de entrada fácil y salida estrecha, donde el más racional pierde su instinto.
Jamás mira su llama satisfecha, y se mantiene fingiendo que está su ardor extinto, pero realmente es cuando más estrago hace su flecha.
Me paro exhausta a contemplar mi estado, veo los pasos por donde he venido, me espanto al punto de reconocer mi error.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón de la longevidad, o novedosas costumbres simplemente rechazadas, sé que existe piedad desde cielo pues no ha sido malo el haberme mal precipitado hasta el día de hoy.
