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Justo, vacio y silencio.

A veces pienso; no es justo reducir al otro al silencio, al vació, a la espera infinita.
La crueldad se dibuja no en la carta sin respuesta, no. Sino en la espera de la misma,  con sospecha sentida no llegará.

Yo que hablo hasta por los codos, traigo ganas de contarte el mundo, mi mundo preparado para ti, espero que sea tu turno en esta conversación, espero que me hables, espero tanto leerte o escucharte, te espero con palpitos en el pecho, espero a que tu tiempo sea libre, a que recuerdes la conversación en pausa de la semana pasada, espero tus palabras, sencillas, cortas, adornadas, con mala ortografía o con frases de poetas muertos, espero ese sonsonete que se mete en tu voz y me hace feliz, espero respuesta a mis preguntas, pero no llegan, tal vez no llegaran.

Realmente no es justo para mi ego esperar, no es justo para mi ego escribir para esperar, no es justo para mi ego inventar conversaciones para no interlocutar.

Siento tu mano vacía, tu oreja sorda y tus labios mudos como si se tratara de una piedra a la que intento convencer de hablar conmigo.

El mensaje es claro y yo tan confuso, me retiro en silencio.

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