Del libro Aquí no duele -50 poemas-, Buenos Aires, Ed. Vinciguerra, 2010
El vino transfigurado es provisión para el camino. Entonces las manos nos ofrecen
Aquel bosque filigranado de ausencias atrajo los recuerdos. La pausa del color despojó
Música anterior a la palabra presencia primera el silencio inicia degusta promete el ser
Guardo la ausencia de mi abuela Dobe en mis manos sucias de hace treinta años. Alrededor de la vida
La ciudad quedó tan lejos las manos de mujer y el viento tan cerca. Cuál es la fragancia
Un enano que camina entre las somb… dice Paul Auster y la naturaleza humana nos precede y nos va a suceder. Donde luces disonantes
Un hombre cualquiera una mujer cualquiera se reconocen al instante tan íntimos tan próximos tan aleja… En la afonía de un aleteo
Dejé atrás la mente recluida equipaje adormecido de dignidad náufrago de este mundo el cuerpo en llamas. Se hizo en mí
Desecho la cadencia de las posesiones precarias. Aquel mensaje recibido en el plenilunio envejeció mis manos.
Se trata de que no duela tanto abismal quietud veloz para que no duela tanto esta noche en pleno día este azar sin fronteras.
Sobre las colinas el destierro irremediable del hombre. Solo sin viñedos
Capa sobre capa encebolladas como dice Vallejo mundo sobre mundo primero madera después piedra
Y sobre él juego de círculos la mismidad del claroscuro disperso soplo de sal dibujado en la arena.
En lo que resta del día la alegría fuera del mundo se adueña en mí de un saxofonista callejero propiciador de sentidos.
Todo está inmóvil esperando. La tierra adquiere aérea pasividad los hombres