Pienso que cada ser humano debe ir en busca de una respuesta coherente ante la incertidumbre del amor y su naturaleza. Indagar los lugares más inhóspitos del pecho, la guarida del corazón. Pienso que quizá no hay una sola respuesta, pero si un único dictamen válido para cada persona. En una sola tarde, estuve intentando descifrar el misterio, la pieza faltante para hallarle el significado a mi respuesta, y tras pensarlo demasiado, solo pude concluir una cosa: el corazón humano, es hasta cierto punto, predecible. Así como los pronósticos del clima, o como en adivinar qué número sale al tirar un dado. Pero como dije, solo es predecible hasta cierta medida. Hasta una finita línea que separa a un lado lo que hemos llegado a conocer del corazón, y al otro las vagas teorías que las personas especulan, como la que están leyendo ahora mismo. Creo que hay un umbral en cada corazón del mundo, un umbral hacia lo desconocido del comportamiento humano. Considero que más allá de esa barrera, nadie sabe lo que pasará con la capacidad de amar de cada corazón, que ni siquiera nosotros podríamos prever si mañana dejáramos de amar. Podemos conocernos muy bien, pero a nuestro corazón nunca lo conoceremos del todo. Nuestro corazón siempre será un desconocido presente hasta cuando decida dejar de latir y llevarnos al pozo con él. Por eso es estúpido prometer un “te amo por siempre”, si ni nosotros sabemos la veracidad de tal afirmación. Sin embargo, de entre las declaraciones de amor sin muchos fundamentos, supongo que hay una que sí es razonable concluir con nuestros seres amados, y es la de: “te amo justo ahora, en este instante. No sé si mañana te seguiré queriendo, pero de ser así, quisiera quererte un poco más de lo que te quise hoy. Te estoy amando”.