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Enfermarse de imaginar

Inherente al subconsciente

La imaginación es un esplendor
si de ideas es el rubor.
Imaginar algo se vuelve un proceso de espectáculo,
en el que la imaginación personifica esa supraesencia de las cosas, a las que todos vamos y volvemos, sin saber quiénes hemos sido.
Sobre imaginar introduce el límite de un plausible caos, de modo que el sujeto en mente exaspere y enferme su cualidad de imaginar. Ya no se ve surreal, se ve real. Se ve imaginándose en su imaginación. Contemplando cuán interna se siente la supraesencia.
A esto se me considera un enfermo imaginario, que agudiza su condición si es que de velos se trata. Sentir la humanidad corriendo en cada quien, unas con mayor intensidad y afinidad, es una realización del imaginarme con el otro, quien reproduce esta misma realización desde su propio espejo.
Hemos ser todos fuerzas llameantes, que se llaman entre sí para confirmarse y mutualizarse. ¿Qué pasaría en el presente tiempo si la dualidad llameante debe ser enajenada y sentida desde su propio cuerpo?
Es cierto, no siempre podemos comernos nuestros cuentos enteros.

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