Percibió desde su resguardo en la oscuridad las pisadas que se acercaban lentas e indecisas. Observó a través del espejo de la puerta, que había entornado milimétricamente buscando el ángulo perfecto para no perder detalle y gracias a las velas colocadas en la penumbra, como empujaba la puerta cuidadosamente. A pesar de la desconfianza que le provocaba la situación, avanzaba sobrecogido por el pasillo guiándose por esa luz que desde el fondo le dirigía. La buscaba en la oscuridad, intentaba ver el blanco de unos ojos, o una amplia sonrisa, pero lo único que atinaba a ver era su propia figura reflejada en el cristal, deformada por el capricho de las llamas. A un lado, en el aparador, una nota apoyada en dos copas de vino.
     Estaba encantador e irremediablemente atrayente en esa susceptibilidad que se apreciaba en su cara, algo tensa, a pesar de que sonreía mientras leía la nota –“Tienes la bañera preparada. El agua está deliciosa. Iré enseguida”.  Probó el vino pensativo con el papel aún en la mano. Echó su cuerpo hacía atrás mirándose de nuevo en el espejo... Decidió jugar. Cogió las copas de vino y guiado por el aroma a incienso y el sonido de una suave melodía, llegó hasta el baño, la única estancia iluminada, henchido de curiosidad y envuelto en el morbo que se respiraba en el ambiente.
     Aún sentada en su rincón vio como, por algún motivo que desconocía, volvió sobre sus pasos. Dejó las copas en el mueble y se dirigió hacia la puerta. Se marchaba... Pensó en salir de su escondite, pedir disculpas por su actuación y dejar de jugar, pero en ese momento oyó como cerraba la puerta que había dejado entreabierta al llegar. Colgó cuidadosamente la cazadora en la percha del pasillo, se quitó los zapatos y se encaminó nuevamente al baño, desabrochándose la camisa. Al llegar ante el espejo miró el interior de aquella habitación oscura sabiéndose observado y, provocador, avanzó lentamente bailando al compás de la música que llegaba a sus oídos haciendo un striptease para su admiradora.
     Por fin entró esperando que le siguiera aunque cerró la puerta tras él envolviéndose en el vapor que danzaba en el aire. Oía el agua correr y la música le invitaba a seguir bailando entre las velas encendidas que llenaban el suelo. Entró en la bañera, cerró el grifo y apoyó la cabeza en el borde. Movía la espuma con las manos intentando relajarse, pero su excitación crecía y el tiempo se le hacía interminable. Se preguntaba dónde estaba, por qué no disfruta con él de todo lo que ella misma había preparado. Deseaba que le besara, besarla, sentir sus manos, posarlas sobre un cuerpo que imaginaba muy apetecible, deseoso y ardiente.
     Se abrió la puerta a la vez que se apagaba la luz. Seguía el juego. Vio su sombra acercarse en la penumbra con el cabello sobre su cara y las copas en la mano, contoneándose entre las velas en un baile irresistible y sensual apagándolas una a una hasta quedar totalmente a oscuras. Dudó un instante, pero se quedó quieto esperando impaciente. No la veía pero su compostura se desvaneció al notar su aliento en la nuca y sentirla cerca. Sus labios húmedos llegaron mientras notaba como le abrazaba desde detrás. Intentó volverse pero no le dejó, y siguió jugando con su oreja y con su cuerpo que se agitaba en el agua sin decoro. Finalmente decidió compartir el espacio y entró en la bañera, construyendo su propio paraíso de pasión, dejando pasar las horas sin hablar, sintiendo los roces de  pieles mojadas, su propio temblor en el vaivén del agua, insolentes, desbocados...
En un susurro él dijo: ¡Felicidades! ella a penas sin aliento contestó:_" Me has hecho sentir un mujer maravillosa y especial a pesar de haber contratado tus servicios como mi regalo cumpleaños..."

                     Nive