1ª Parte:ÉL
     Paseando por la vida la encontré, escondida en un rincón, asustada, con miedo...,  pero deseando aprender a volar.
     Su vida no había sido feliz del todo, pero es lo que había conocido, y ella pensaba que eso era vivir. De una forma conformista aceptaba todo lo que se le venía encima, sufriendo en silencio para no crear más problemas, sintiéndose muchas, muchas veces culpable sin serlo en ningún momento.
     Me impactó su naturalidad, su simpatía, su complicidad. También me gustó ese toque de timidez y de pudor. Guapa, muy guapa. Rápida de mente, inteligente y muy hábil con las palabras. Una auténtica mujer de la cabeza a los pies.
     Prosa erótica y sutil, con abundancia de detalles y matices, agradable de leer, provocadora. Así escribe ella, expresando todo lo que late en su interior, todo lo que la gustaría gritar al mundo. Me encanta leerla y envidio su forma de escribir.
     Costó bastante cambiar ideas y conceptos, solo hacía falta valorarse, aletear para aprender a volar. No era quien ella pensaba que era. Ahora sabe que es alguien especial, única y maravillosa. Bella como el patito feo, y convertida en un cisne.
     No sé si mucho o poco, pero me alegro de haber puesto mi granito de arena para lograr esa transformación, ese cambio de mentalidad para aprender a ver las cosas desde otro punto de vista, para aprender a valorarse uno mismo. En definitiva, aprender a volar.
     Somos conscientes de nuestras limitaciones, pero ahora sabe que me tiene incondicionalmente junto a ella, para volar a su lado, para ir hasta el fin del mundo si fuera necesario. Para lanzar al aire nuestras ALAS DE LIBERTAD.

2ª Parte: Ella

     Un día cualquiera a últimos de un verano, llegó a su vida. Su sonrisa le impactó nada más sentarse a su lado y esos ojos azules que no pudo ver hasta que fue cayendo la tarde pues los escondía tras unas oscuras gafas de sol le dijeron…confía, no  dudes.
     Le caló. Supo ver en ella el miedo escondido en sonrisas violentas y palabras triviales que salían de su boca. Fue un encuentro breve pero intenso. Ese día rozaron sus manos por primera vez y ella se estremeció. ¿Qué le pasaba? No lo sabía. Volvió a  casa paseando por el parque pensando en él y convencida de que había sido su  primera y última cita. Alguien como ella  no podía ser más que la anécdota de un día. Se preguntaba si volvería a saber de él aunque lo dudaba.
     Sin embargo, al día siguiente estaba allí, detrás de esa pequeña ventana que se abría ante sus ojos y que la hacía sentir acompañada. Le enseñó cosas banales, trascendentales y, sobre todo, a valorarse, a posicionarse en su lugar en el mundo y vivir.  
     Dejó de mirar el mundo desde un rincón y se adentró en él. Le enseñó a disfrutar, a llorar sin miedos, a reír sin recelos, a mostrarse tal y como es  porque aprendió a mirarse, no solo a verse en esa caja de carne que lejos de estar vacía  ha ido lanzando destellos de vida.  
     Él es especial, quizás por su propia sencillez. Su manera de actuar tranquila y pausada le da seguridad. Comparte lo que tiene y da todo aquello que está en su mano. Su bondad y generosidad le definen y su amor por ella le hace más grande. Ella ha crecido de su mano y su cariño la hace sentir privilegiada.  Cada uno de sus abrazos la protegen y miman. Vive y siente y no mira la vida de lejos.
     Hoy sabe que si la pasión es vivir y volar,  tiene en sus manos “Las alas de libertad”.

                     Nive