En la intimidad de tus brazos
Déjame degustar los retazos de pasión.
En la sensibilidad que remolonea en mí.
Aún siento tus dedos acariciándome,
Tu lengua recorriéndome lentamente
Y mi piel erizada atrapa el último escalofrío.
Deja que quieta, reciba el sosiego a tu lado,
Que mi excitación desbordada se contenga
Y domine esa explosión de deseo desenfrenado
Que perdura y se resiste a abandonarme.
Déjame cerrar los ojos en la placidez del momento,
Sentir el intenso calor de los cuerpos desgastados
Mientras se disipan restos de sudor sin prisas.
He disfrutado de tu sonrisa insinuadora e incitante,
Que en un arranque usurpador me buscaba.
Te he tenido invadiendo sin pudor mi cuerpo,
Como rastreador incansable de caricias
Tus manos, como delicadas plumas, me dibujaban
Y tus labios me hacían presa de una avidez impúdica
Que desataba en mí un brío inusual y salvaje.
Aferrados a él nos sumergimos en una vorágine
Sin más cabida que nuestro deseo enardecido.
Recuerdo los roces, caricias y besos regalados,
Pero no, si oías mis susurros de cariño ahogados
En la sequedad de mi garganta por el deseo,
Ni lo que mis ojos, entornados por el peso de la pasión,
intentaban irradiar en ese tiempo sin horas.
Simplemente enloquecí sentada en tus piernas,
Cuándo jadeante te abrías paso hasta mis entrañas.
Y me moví, no para gobernarte, sí para tenerte dentro
sintiendo cada movimiento lento, pausado, penetrante…
Vibrando en ti, aunándonos en ese placer infinito,
Recreándonos entre espasmos en el fuego candente
Que en nuestro interior abrasaba nuestra conciencia.
Ahora deja que me impregne de está dulce sensación,
Que sienta el amor en el calor de tu cuerpo abrazándome
Y mantenga en el mío resquicios de brasas y fuego.
Nive
(2013)
