Azucena de raíz viva que sigue
el proceso de diseño divino.
Consintiendo la vida a que nos modele
con su fino tino, ella traza suavemente
los templos que cantan nuestra existencia.
Se pronuncia en nombre del silencio,
a trazo firme y con pureza.
Lienzo blanco, ávido de ser plasmado,
fiel trasunto de una obra en constante creación.
Erudita de los hilos que curan entrelazados
los susurros de las batallas libradas.
Un vendaje invisible.
Artista con infinita sabiduría, fuego que no se extingue,
obra que, con manos llenas de barro,
es diseñada sin miedos, sin laureles.
Busca mi trascendencia, emana mil matices
y con curvas bien mesuradas
captura las sombras más densas
haciéndolas brillar por su presencia.
Con tanto amor me contemplas inacabado aún,
eterno todavía, esculpiéndome, dándome forma,
insistiendo en mi.