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Veinticinco de abril

cobarde

El adiós lo tengo en la punta de la lengua
y se me resbala todas las veces,
se me cuela entre los poros y empiezo de nuevo.
 
Empiezo de nuevo:
te instalaste en la parte trasera de mis labios,
presente pero no.
Tu nombre escala mi garganta
y me deja sin electricidad cuando llega al final.
 
Es mi culpa, no debí beberme tu risa
ni sincronizar nuestros latidos,
mi estómago se mece en tus dudas.
Ya no tiene fuerzas.
 
Mis manos han viajado por otros universos
y las distracciones son como el otoño.
Tú eres el invierno que me acabará silenciando.
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