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Ser Carajillo

"El escritor escribe su libro para
explicarse a si mismo lo que no se puede explicar"
Gabriel García Márquez

Al empezar en la escritura e intentar no morir en el intento sepa que de entrada usted ya está muerto. Empieza con manías en el oficio. Lo primero que hace es escribir versos de amor cuando en la literatura sobre éste ya se ha escrito mucho y usted no ha leído ese mucho. Si desea revivir ¡Deje el amor quieto! no lo mencione. Tenga en cuenta que si desea ser escritor será una vil marioneta de las palabras y, ellas lo van a usar como el barro al artesano. Si ellas no desean hablar, no las obligue. Usted lo único que puede hacer como primer ejercicio (espero no se limite) es buscar la manera eficiente de subvertir el orden de las cosas más comunes a través de los sentidos. Puede  hablar de una silla como objeto de reposo y pervertir su orden de silla a mecanismo de poder y, con este ejemplo aún no ha dicho nada; le hace falta un motivo (una idea que contar sobre la silla misma o de otros temas) una duda por resolver.

Si cree no estar tan muerto, en un segundo momento deje a un lado la imagen del escritor fumador, bebedor e inoficioso que toma su taza de “café” a la misma hora y en la misma esquina y siéntese simplemente a escribir; pero si tanto cliché le suena en ese camino, beba y/o fume de manera diferente, dele algo más de sabor, póngale Brandy a ese café, pero deje que las palabras le viertan café y busque la manera de haberlas entendido antes de plasmarlas. Si usted logra hacer eso: de dejar el amor, de sentirse un escritor desde lo físico, sentirá que tiene algo de pulso, dejará de ser una masa quieta y buscará la trama en otras partes. Buscará en los bosques la razón que la gente no conoce, encontrará su propio bosque. Así, cuando pueda poner el punto final, las frases se habrán dado de manera natural y cuando haga la quinta o doceava lectura, porque ¿acaso no es el escritor  cien veces más lector de su obra y de las otras que amigo del oficio? analice la vocecilla que lo acompaña en la lectura, esa voz que le muestra el efecto rimbombante en las palabras, vuelva a leer y sea su mejor crítico.

Entonces será así de vaga la vida de un escritor que leerá la frase: El verdadero amor sabe de aromas y colores, sabe por ejemplo que el café más dulce se le sirve amargo y que al final son dos de azúcar y no una más , no una menos; pero a veces "nada" es mucho mejor, y ese amargo placer en el paladar con un beso se confunde porque el calor no lo da la llama azul sino la mañana que se diluye en un pequeño sorbo o en un apretón de cuerpos.

Al final descubrirá que sin quererlo el amor está y le darán náuseas. Ese es el dulce castigo de empezar: salir del plano y volver al mismo, hacer creer al mundo que existen otras formas, otros temas, otras respuestas a eso que para usted por más que lea no tiene respuesta, porque si logra revivir se dará cuenta que no ha empezado. Usted tiene más dudas y solo tiene un no finito de oraciones prestas a ser desarrolladas. Y cuando las tiene, a  veces solo puede generar un deleite en el lector si es el caso. Generar un mínimo de movimiento en el otro que también está muerto (y esa es otra tarea ardua).

El problema de empezar y no morir en el intento está también cuando se torna como un vicio mayor que el café. Cuando no encuentre cómo poner un punto o un argumento sólido y entre en crisis. En ese caso solo disfrute porque usted intenta contarle a su propia mente lo que ya ha leído en otros; solo debe hablar con otros ritmos, otras voces, otras imágenes, dar una serie de atmósferas y no dejarlas ahí, debe dejar de pensar que el escritor es solitario cuando al discutir con alguien más, usted puede hacer que el otro ya no muera y viceversa, cuando el lector también lo intente leer a usted y sienta cómo revivir un poco más.

Muchas veces ese el reto, aunque usted ya esté yerto, puede negar o mejorar  lo que le dicen esos que se adelantaron a la condena de la pluma y, así entenderá que la literatura también es terca y algo de los libros, de ese amor inacabado por la palabra se le deberá pegar a usted para salvarse, como cada taza de ese néctar negro cuando usted busca consolidar su sabor una y otra vez erróneamente hasta que aprende a darle el mismo sabor siempre. Tal vez nunca crea que empezó a consolidar algo importante o que siempre hablará desde una emocionalidad sin fundamento, pero si perece en ese intento de hilar frases tenga en cuenta que en cada línea dejará algo de usted mismo y por más que lea y re-escriba, escribirá para no volver a sentir que está acabado o para hacerlo más lento, la cuestión final será ahora ¿Cómo gustar de tropezar la imaginación con la memoria?

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