Los aromatizantes que habían
en la habitación eran botellas
de vinos ya bebidas.
Unas lloradas y otras reidas,
pero lo cierto era que estaban
vacías, aun así mantenían su
esencia.
Un poco de luz y calor para que
ocurriera la alquimia de
manera natural, así nacía el
loto todas las mañanas inundando
todo el espacio con sus aromas.
De a poco se iba comprendiendo la
naturaleza de la vacuidad, como si un
gurú me dijiera, “tu caminar es dificil,
cargas mucho, debes vaciarte. Toma
estas botellas de vino y bebelas hasta
emborracharte, luego aprende de él.”
Que gurú mas agradable por cierto.
Claramente hablo del vino.