Cargando...

El poeta muerto

Las sirenas están llorando en el mar; ha muerto el rey de los tritones, y su risa ya no sonará más entre los océanos, ni su mirada azul iluminará las aguas. Los lamentos llenos de melancolía de todos los habitantes marinos se unen y forman un profundo sollozo. Los tiburones también están tristes, y las ballenas se han vestido totalmente de luto. Las nereidas cantan himnos de dolor desde hace ya tres días. Se oyen gritos y suspiros de medusas, de caballos,  leones y tigres de mar. ¿Quién ahora impregnará  de magia a los corales?, ¿quién cantará poemas a la niebla y acariciará con flores al firmamento que llega cansado por las noches a dormir en el lecho del mar? Ya no se escuchará jamás su concha de caracol que eleva las olas al cielo.
 Mientras muere el poeta en el mar, yo en la tierra recibo un funeral con olivos y ramas de perales. Siento que muero en el océano y al mismo tiempo en la tierra. Soy terrestre y soy marino, y es doble mi agonía. ¿Con quién se quedará mi sirena? ¿Qué otros brazos recorrerán como plumaje su pecho de terciopelo? ¿Quién la estremecerá ahora con besos y caricias en su cuello? Y ella... ¿a quién le cantará? ¿A quién hechizará con los lunares de su boca? ¿A qué poeta? Y mi palacio dorado... quedará triste, sin anhelos y sin gloria, profundamente herido en un reino de penumbras, con sus alcobas sombrías y sus espumas sin aroma.
Cuando el poeta nada tiene que decir a las mariposas, ni al viento ni  al invierno, es porque ha llegado su hora de morir; un poeta sin palabras es un hombre muerto, es una noche eterna de vacío y silencio.
Debe entonces llamar al carpintero y pedirle un ataúd, una caja de madera de ciruelos y suspiros, donde el poeta pueda soñar después de muerto; debe también preparar una mortaja en la cual guarde la desdicha y la desesperanza, y una oración de pan para el camino. El poeta no tiene por que olvidar a sus amigos, ni a su último ni primer amor, muy por el contrario, debe llenar de lágrimas las viejas fotografías, hasta borrarlas del papel y sienta que la muerte es un perfume de cerezo y de naranjo.  Con la muerte del poeta también mueren los pájaros y las flores de mayo, y los cantos de las ninfas en el bosque de los sollozos, y el hechizo de las palabras. Mueren también los unicornios y la luna se vuelve sangre y comienza a caer sobre la playa, entristeciendo a los marinos que llegan del oriente. Cuando muere el poeta, muere también la tarde, y los niños de soledad se desvanecen en la niebla. Todo cambia, hasta el aire nocturno de la madrugada.
Siento en mi sepulcro un lecho de palomas, como si tú estuvieras en mi piel, como si todavía estuviera vivo, y confundido, toco mis rodillas y las siento como si estuviesen hechas de arena, o de verano ardiente.  Siento un dolor tan fuerte en mi pecho, que lo oprimo con toda mi fuerza y brotan de él caracoles y ausencias infinitas. Entonces me pongo a llorar. ¿Fuiste tú quien olvidó los caracoles en mi pecho? ¿O fueron las sirenas en el mar? Dios mío. Creo que todavía estoy vivo. Lo digo porque aún sueño con amantes subterráneas que tiemblan en mi cuerpo, y aún percibo tus celos de gacela herida.  ¡Si tan sólo pudiera flexionar mis rodillas! Pero están rígidas como el mármol. Pero si pudiera, rezaría a Dios con toda mi amargura, con todo mi infierno contenido, y pediría a él por ti, para que te llene de estrellas los ojos y tu pelo de lirios, para que ya no te sientas sola y me dejes descansar en paz.  Para que ya no te acuerdes de mí. Yo mismo, te daría si pudiera, el canto de los grillos y la luz de las luciérnagas. Y sin embargo, estoy aquí, planeando aún el viaje de mi alma hacia la eternidad, pero ya dispongo de poco tiempo para ello. Para que mi alma tenga vida por siempre, reza en silencio la oración que te he dejado, aquella que te forjé con mis ojos humedecidos cuando pedías que no llorara, la que escribí en tu piel cuando tocaba tus manos bajo la mesa, mientras miraba tu cara triste; la oración que te rezaba al oído en cada beso, en cada susurro y en cada caricia. Es la oración de un tritón a su sirena, pero no tengas celos, que en el fondo del mar, tú también eres una sirena, con tus cabellos ondulados como olas, a la que amo por su risa de bronce y de campana.

 Sólo para ti que dominas los idiomas del universo y los secretos de mi alma; solo para ti que fuiste el bálsamo de hisopo en mis llagas de dolor de hormiga. Para ti, mi ninfa de lunares infinitos.
Tu cabellera de lirio perfumada de primavera se enredó en mi alma, trepó a mis dedos y me envolvió en amor y cariño. ¿Cómo querer escaparme, si tu aroma era bálsamo para mi espíritu cansado, y lo aliviaba cada día? Yo me creí cuervo azul, rey del cielo nocturno, y me sentí eterno. Pero no, sólo era un erotófago con alas que volaba en un sueño, donde el cielo dibujaba paraísos de violeta cubiertos de aromas de sándalos. Entre sus nubes corrían ríos de cauces de miel, y a sus orillas crecían las flores de la dicha y la esperanza. Sin embargo, tú un día decidiste darme la libertad, y me lanzaste al vacío, y yo abrí mis alas deseando volar, pero estas no respondieron. Entonces seguí cayendo y temí estrellarme contra los arrecifes de la costa de los lamentos.
Hoy me duele tanto despertar, porque sé que cada mañana me levanto sin vida, y encuentro mis jardines marchitos, y a los árboles sin sus nidos de pájaros, sin su canto de golondrinas y sus flores de durazno, y cubiertos de cardos, porque ya no hay espigas doradas en mis campos, ni mariposas de azafrán. Todo eso te lo llevaste, se fueron contigo el sol y todos los colibrís, y los peces arcoíris. Siento que te llevaste también a Dios y mi último aliento, y solo me dejaste un río de ausencias que me entumecen los huesos, y una lluvia de dolor y lágrimas que no termina nunca de brotar de mi pecho por las tardes en que miro hacia el mar. Me duele, me duele como si los buitres hubiesen arrancado de mis entrañas cada uno de mis sueños, y los hubiesen devorado causándome dolores infinitos, y porque comprendo que a partir de ahora, ya no volveré a vivir.

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Abel Estrada Guadarrama...



Top